Prefacio
001.- Desde que tenía 15 años de edad recuerdo que escuché de los amigos de mi padre, las historias de don Filemón Pérez Cázares, algunos con respeto y muchos con desprecio. ¡Asesino! ¡Mal hombre! Quizás fueron algunas de las consignas que lo retrataban, pero para ser sinceros no todas eran ciertas. También lo decían cuando se referían a don Maximino Ávila Camacho, pero en este caso se quedaban cortos, porque había más de fondo.
Pero así hay gente, valientes de dientes para afuera y cobardes para enfrentar la consecuencia de sus dichos. Cuando los habladores se encontraban frente a ellos actuaban con extrema prudencia y docilidad, según me comentó don Carlos a quien conocí en el año de 1977 y estuve ligado a su vida hasta que ocurrió su muerte.

003.- Para ser sinceros, mi interés por la política local y el repudio que tenía mi padre hacia ella, era la manzana prohibida en el árbol del edén cholulteca, aun cuando llegó a Cuautlancigo como maestro de primaria por recomendación de su Tío Arroyo, cuando yo tenía apenas 25 días de nacido. Así que incursioné en los terrenos de Don Filemón, por ahí en el año de 1977 cuando cumplí mi mayoría de edad y a pesar del enojo de mi progenitor, me afilié al Partido Revolucionario Institucional, sin saber que ya tenía dueño y se disputaban el poder los patrones cholultecas, tras apagarse el interés de del cacique obrero, por ser presidente municipal o el de organizar la feria cholulteca.

005.- Cuando llegué en 1987 a la presidencia cholulteca, en calidad de secretario particular del Ciudadano Presidente Municipal, vi coronado uno de mis esfuerzos, al mantenerme muy de cerca de las decisiones del poder y conocer a fondo a uno de los patrones cholultecas y cabeza política de la familia Jiménez, quizás la más importante de la segunda generación. Don Filemón para esos años ya había muerto y su cenizas se habían esparcido entre la tierra que lo cobijó para la eternidad, encargándose el polvo de los tiempos en borrar sus buenas obras y remarcar los errores propios como la de sus gatilleros o “auxiliares” que le hicieron el “favor”.
006.- Pero sin pretender desenterrar muertos o justificar matanzas, diré que los años de Don Filemón fueron de horca y cuchillo, más bien de bala y martillo. Ahí por los años 40´s el cacique obrero cholulteca, fincó su poder desde el sindicato de trabajadores textileros adheridos a la CROM, con principal asiento en la fábrica de San Diego Textil.
007.- Tras diversos altibajos sindicales y decisiones del gobernador en turno en los 40´s y 50´s, las circunstancias fueron aprovechadas por los “patrones” para retomar el poder que habían perdido, lo que lograron por dos trienios y perderlo nuevamente con la incursión de Don Filemón, quien retomó las riendas cholultecas de 1963 a 1972, compartiendo el poder con su consuegro y uno de los patrones cholultecas, don Juan Blanca Espinosa de 1972-1975, perdiéndolo definitivamente en 1975 con su renuncia y la de su suplente, Esaú Pérez Xique.
008.- Pero para ser justo en memoria de quien ya no puede defenderse y a la ausencia de biógrafos afines a la causa de don Filemón Pérez Cázares, sean familiares o amigos, diré que al igual que el general Maximino Ávila Camacho, fueron hombres de su tiempo, en donde el poder se hacía valer con la consigna de “acuerdo o plomo”, en donde los muertos podrían dar fe de los hechos que motivaron su deceso, pero ante su silencio debemos creer la historia que fue escrita.
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