El cuerpo de José Carlos González Herrera, alias El Fénix, quedó tirado como una carcasa humeante en la acera rota de la avenida Cuauhtémoc, justo donde la calle Manuel Mendoza le parte el paso al centro de Acapulco. Era miércoles, pasadas las siete y media de la noche. En la ciudad que huele a pólvora, sol podrido y abandono, a nadie sorprendió que sonaran los balazos. Ya es costumbre que la sangre corra antes que la brisa.
A El Fénix lo cazaron a la salida de un estudio de grabación, en una esquina infestada de mototaxis y farmacias genéricas. Había dado una entrevista minutos antes, sin saber —o tal vez sabiendo— que sería la última. Testigos aseguran que los sicarios lo esperaban. Bajaron de un coche como si bajaran por tortillas: sin prisa, sin miedo, sin futuro. Le dispararon sin decir palabra y huyeron igual, tragados por la noche tropical que todo lo cubre menos la impunidad.
Tenía 32 años. Era influencer, sí. Pero no de los que venden cremas y mentiras. El Fénix jugaba con fuego: hablaba de política, de narcopoder, de corrupción, de cloacas con nombre y apellido. Lo seguían 142 mil en redes. Se creía invencible. Y en este país, eso tiene fecha de caducidad.
En junio de 2023 ya lo habían querido borrar. Lo balearon mientras manejaba por la avenida Constituyentes. Sobrevivió. Se grabó ensangrentado, apuntando hacia “la mafia”, sin precisar nombres pero soltando el aliento caliente de la denuncia. Desde entonces, decía, vivía con la muerte respirándole en la nuca. Esta vez no tuvo margen.
En su último video deseaba feliz Navidad y próspero Año Nuevo. Lo publicó en mayo. Los comentaristas ahora creen que presentía algo. O todo.
La Fiscalía llegó tarde, como siempre. Los peritos dibujaron su silueta en el pavimento con la misma rutina con que se despacha un trámite. Levantaron el cuerpo, barrieron las balas, cerraron la carpeta. Y el expediente, probablemente, dormirá el sueño eterno en algún archivero empolvado del estado.
Nadie ha reclamado el crimen. Nadie ha sido detenido. Nadie —oficialmente— ha dicho nada. Como si El Fénix se hubiera matado solo. Como si el Estado no existiera. Como si la vida, aquí, no valiera un carajo.
0 Comentarios