¡Ay, nanita, qué relajo en el panteón poblano!
La Calaca, con su guadaña de papel
picado,
se coló en el CIS de Angelópolis,
cuando la parca disfraz de reportero
le sacó la bilis.
Con patineta tuneada y manitas en corazón de foami,
prometiendo salvar a todos de la inundación con estilo tsunami,
la Huesuda le guiñó el ojo y le dijo con risita:
“¡Ã“rale, Armentita, dame un break, que estoy de dieta!”
Tus pleitos con los Posada me tienen más cansada que maratón,
de dÃa en lancha, de noche en jet ski, ¡persiguiéndolos sin razón!
No te firmo el acta, pero mira qué chulada de letra:
“Causa: chamba loca, sueño cero, ¡y cero en la billetera!”
Pero el gobernador, gallo de pelea con cresta de oro,
se plantó con puño en alto y gritó como en toro:
“¡Yo me muero en la raya, pero ni un peso pago,
a esos tranzas del fraude, les doy patineta y ¡adiós, vago!”
La Calaca, lista como wifi gratis, sacó su cel de hueso,
llamó al Senado a un tal Nacho con voz de payaso:
“Dice que no paga ni con likes, aunque compres la prensa entera,
¡y las arcas del erario están más vacÃas que mi nevera!”
Armenta intentó fugarse en patineta blindada con turbo,
pero la Muerte le metió zancadilla ¡y pum!, al suelo con estruendo burdo.
“¡No seas gacha, doña Catrina, dame chance pa’ otro sexenio con salsa!”
“¡Ni medio taco, mijo! Te ganaste la tómbola del camposanto con salsa y guasa.
Te llevo de compa en la danza con José Luis y Samuel,
¡a bailotear el jarabe en tu fosa, con chela y pastel!
¡Que viva la Calaca, que Armenta ya se fue de gira eternal!”


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