El "ingeniero" y el Toñin iniciaron el negocio en el 2007

La mafia huachicolera, perseguida en Palmarito Tochapan, no es nueva para los habitantes de esta junta auxiliar de Quecholac. Durante los últimos 10 años, los lugareños vieron crecer un emporio nacido de la amistad entre Antonio, un hasta entonces desconocido poblador y un ingeniero de Pemex capacitado en la distribución de combustible en ductos.

En el año 2007, las palabras "Triángulo Rojo" aún no eran parte del léxico común de los poblanos. Pero el ingeniero y Antonio advirtieron la posibilidad de hacer dinero en un lucrativo negocio que para ese momento ya golpeaba al Estado de México, Tamaulipas y Guanajuato, y que ellos extendieron en los municipios poblanos por donde cruza el ducto Minatitlán-México.


El imperio huachicolero de “El Toñín”, que fue forjado en menos de una década y debe su éxito a la corrupción de autoridades, es detallado a e-consulta por uno de sus ex empleados, quien desde el anonimato detalla cómo creció el capo en el ocaso del sexenio marinista hasta encumbrarse ya en las épocas del morenovallismo.

Amistad forjada en la clandestinidad del huachicol

El “ingeniero” -del que se desconoce su nombre- es oriundo de Veracruz, aunque en 2007 se encontraba avecindado en Acatzingo, como parte de uno de los proyectos de Pemex para dar mantenimiento a los ductos, así como para ejecutar el plan de ya no transportar gasolinas procesadas en la red de ductos.

En esas fechas las cifras de Pemex no detallaban la existencia de toma ilegal alguna en ninguno de ambos municipios.

Antonio Martínez Fuentes, o “El Toñín”, como se le conoce, se encargó de conseguir los terrenos de campesinos que apenas salían “tablas” en los gastos de la siembra de temporada, mientras que el ingeniero le haría el hoyo al tubo, como le decían a las tomas.

Decenas de ejidatarios, pobladores casi en la ruina, campesinos sin tierra y niños que por unos pesos harían cualquier cosa diferente a pastorear borregos, fueron los principales interesados en emplearse con Antonio.

Para el 2008 este fenómeno ya estaba presente en municipios como: Acatzingo, Tepeaca, Quecholac, Tecamachalco y Palmar de Bravo, pero las cifras de la paraestatal apenas reconocían una toma en Palmar y cuatro en Acatzingo.

La ordeña al principio era diferente, explica. Las tomas ilegales no eran de un solo dueño. Para la dupla de Antonio y el ingeniero las ganancias eran por partes iguales, además que del menudeo a pie de carretera, pasaron al medio mayoreo para flotillas de tráileres y camiones de construcción.

Las ganancias que generaban sólo ellos las conocían y “había licenciados que llevaban el dinero”.

La familia en los negocios

Los lazos consanguíneos para “El Toñín” se volvieron tan importantes en el negocio como las redes de tubería metálica de 24 pulgadas de grosor que recorren el subsuelo de la región, transportando diésel o gasolina con una presión suficiente como para generar una explosión instantánea.

Primos, tíos y sobrinos no tardaron en incursionar en esa actividad. Desde esas épocas a la familia materna de “El Toñín” ya se le acusaba de estar involucrada en otros delitos, aunque lo único confirmado es que todos se beneficiaron del tráfico de hidrocarburo.

Para el 2010, el aparato delictivo ya había crecido de forma considerable, pero Pemex se quedó corto una vez más pues apenas registró 14 tomas en la zona, siendo que Palmar de Bravo, Quecholac y Tepeaca eran ya muy productivos para la red de huachicoleros.

El grupo de Antonio tuvo un crecimiento mayor en comparación con el resto de personas que participaban de la ordeña de combustible, por lo que se vio obligado a delegar responsabilidades y nombrar lugartenientes para mantener las ganancias y no perder las plazas que de a poco iba ganando.

Ordeña con halcones

La complicidad de las autoridades policiales con la banda de “El Toñín” se ligó íntimamente a su crecimiento y supervivencia, aseguró su ex colaborador, además de que desde los inicios de su actividad logró formar una red de halcones.

Los niños, hombres y adultos mayores fueron empleados para este fin. Su trabajo sólo consistía en llamar por celular a los lugartenientes cada vez que “las palomas”, como conocen los agentes de Seguridad Física de Pemex, se acercaran.

Estos informantes se movían en motocicletas o camionetas destartaladas para no despertar sospechas.

El poder económico de “El Toñín” ayudó a que después los halcones fueran requeridos con menos frecuencia, sustituyéndolos con radios enlazados directo a las bases de operación de corporaciones de seguridad pública, aunque implicara un alto costo económico.

Con información de e-consulta