Valeria la Caperucita Roja
Por Rodolfo Herrera Charolet
Nadie
dijo, no vio, ni escuchó cuando el violador decidió colgarse de una cuerda
sujeta a un barrote de la cárcel. Dicen los que saben que decidió quitarse la
vida, tras recapacitar de la atrocidad que había hecho, violar y quitarle la
vida a una niña de 11 años de edad llamada Valeria, que ese día de lluvia se
cruzó en su vida.
Los
otros hombres que se encontraban dentro de la misma celda, no se dieron cuenta
cuando se colocó la cuerda y decidió poner fin a sus días, que de suyo pintaban
con nubarrones. El comunicado oficial redactado escuetamente como epitafio
sobre una lápida de polvo acumulado dice: “Las
diligencias para esclarecer las causas del deceso, y si hubo alguna omisión por
parte de las autoridades carcelarias, están en curso y se determinarán conforme
a derecho corresponda”.
Tras
la noticia nadie reclamó el cuerpo de la bestia. Abandonado fue dirigido a la
fosa fría colectiva, en donde no existe más registro que un número oficial que
determina un lugar cualquiera, para varios cuerpos que no se reclaman. Mucho
menos de un reincidente de homicidio y violación, pero que en ocasiones
anteriores no encontró arrepentimiento. Así que en esta ocasión lo cierto, lo
concreto es que el violador fue encontrado sin vida, tras haberse publicado la
historia de caperucita.
Caperucita
era una nena de 11 años que subió al transporte público, mientras el padre de
Valeria bajo la lluvia seguía la misma ruta, a bordo de su bicicleta. En un
momento del recorrido perdió de vista la unidad y a pesar de haber reportado el
hecho y desaparición de su pequeña, las autoridades siguieron con su
acostumbrado burocratismo y fue hasta el día siguiente cuando se “activaron”
pero también encontraron su cuerpo mancillado al que le habían arrancado la
vida.
La
tragedia de Valeria, una niña violada hasta la muerte, sacudió a los habitantes
de una localidad y convocó a una protesta contra los oídos sordos de
autoridades, burócratas de sangre tibia y dolientes desconsolados que clamaron
justicia.
Un
día encontraron el cuerpo de caperucita y al siguiente al lobo agresor. En la
camioneta estaba la mochila y dentro de ella el cuento, mientras que a un lado
además de la pequeña sudadera roja se escribía la trágica realidad de una niña
muerta.
Valeria
la caperucita roja era hija de una madre ahora desconsolada y nieta de una
abuela que desea ser enterrada junto a esos pequeños huesitos que en vida
sostuvo sobre sus piernas flacas. Aún en la casa de la abuela, la fotografía de
la pequeña es alumbrada con el cirio de la primera comunión de la nena, velando
por su alma que danza entre las sombras, mientras que entre rosario y rosario
solloza pidiendo justicia.
El
violento caso de abuso sexual y asesinato de la niña, causó indignación en las
redes sociales, aquellas que son extrañas cuando cientos de opiniones se
vierten en el caso de maltrato o abandono de perros y gatos, pero que callan
ante los lamentables hechos de niñas abusadas o asesinadas. La sociedad
acostumbrada parece olvidar los hechos muy pronto, porque no siendo familiares
sus víctimas siguen creyendo en sus cuentos de hadas.
Así
la noticia de que una niña que fue violada al mismo tiempo que era asfixiada,
ocupó un lugar en los periódicos y una mención electrónica por breve tiempo,
semanas después pasó a ser un número en la estadística de la tragedia.
Las
autoridades lo describieron como un ataque sin precedentes, “una agresión
sexual inhumana”. “Sé que no es muy
profesional decirlo, pero soy mamá, mujer y he visto mil cosas durante mi
carrera... pero nunca nada igual como esta conjunción de hechos tan aberrantes",
dijo una mujer que al mismo tiempo es policía. Sin embargo los periodistas que
llevan el recuento de los hechos saben que lo dice de dientes afuera, porque
cada día, las efemérides rebasan las atrocidades narradas en cuentos de terror
o guiones de cineastas.
En
el año de 2015 en México se registraron 1057 asesinatos de niños y niñas, en
donde la mayoría quedan impunes. Dicho más simple, diariamente fueron
asesinados en promedio más de dos menores en un día. Se puede decir, que cada
semana nuevos casos aparecen y no hay reducción, en donde las niñas pueden ser
víctimas de individuos con manías insanas. Entonces aparece un día, un vengador
ciudadano enmascarado, que lo mismo ejecuta a los asaltantes de transeúntes o
pasajeros y la autoridad lo busca sin descanso. Es un mundo de cabeza, en donde
la peor parte la sufre quien no porta el arma y vive la vida como si no pasara
nada.
¿O no lo cree
usted?
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