El lunático era Charly
el que no era Charly
Rodolfo Herrera Charolet
Charly aún joven y
flacucho, cayó al piso cual tronco de árbol cortado por el hacha, cuando dos
hombres lo derribaron, uno de ellos metió la rodilla entre la entrepierna y
apenas pudo girar la cabeza para no tragar el polvo. En el suelo, boca abajo y
sometido, le doblaron los brazos hacia la espalda y le sujetaron las muñecas
con los arillos de acero.
En la cafetería, sus
compañeros, no podían dar crédito a lo que sucedía, todos petrificados por la
sorpresa, fueron testigos mudos, impávidos, temerosos.
--- ¿Qué pasa? ¿Qué
sucede? ¡Charly! ¿Charly! Gritaron algunas voces, entre ellas las del dueño de
una farmacia contigua a la cafetería.
Entre el caos reinante y
el desorden de la aprehensión, la voz de los hombres corpulentos se impuso
entre el griterío.
--- ¿Camina! --- Le
ordenaron a Charly y lo levantaron de un tirón con la mano metida en su
cinturón. El medio centenar de kilos que pesaba la presa, fueron una carga
ligera para aquellos hombres que lo subieron sin mayor problema en un auto
blanco sin placas, que tras un rechinido de llantas sobre el pavimento, se
perdieron entre las calles de San Juan del Río en Querétaro.
--- ¡Lo secuestraron!
¡Lo levantaron! Dijeron unos, sin saber a ciencia cierta lo que había ocurrido.
Una mujer enfundada en
jeans, se levantó de una de las mesas, en aquella en la que había permanecido
por largo rato frente a un café cuya taza rellenaba de vez en vez y antes del
alarmante suceso. Tomó el folder que tenía a su lado y mostró unas fotografías
y papel sellado al dueño de la cafetería, que se quedó paralizado por la
sorpresa. Charly no era el Charly que
creían conocer, su nombre, su verdadero nombre era otro. Un extraño escalofrío
recorrió su espalda, como si hubiera recibido un balde de agua fría, como si
repentinamente hubiera visto un fantasma. Palideció y sus labios temblaron, sin
pronunciar palabra, pasaron los minutos, hasta que recobró la cordura y la
mujer se retiraba.
La cajera, compañera de
Charly, nerviosa se comunicó con otro mesero que había salido de turno, para
preguntarle que sucedida, que había pasado en el pasado de su amigo, si sabía
algo o si lo peor estaba por venir. Pero no recibió respuesta a sus preguntas y
quedó mortificada, sin saber la verdadera historia, pero ahora si, conocía su
nombre verdadero.
Charly estaba por
cumplir una año con sus nuevos amigos, con quienes había hecho “química” y
habían creado un cuarteto inseparable, entre comentarios en donde los
conocimientos del campeón olímpico los deslumbraba. Aunque los amigos de Charly
desconocían su verdadera identidad, su inteligencia los tenía abrumados,
cercanos, encantados de su presencia. En una ocasión el joven inteligente
comentó un pasaje escrito por Gabriel García Márquez, tras su muerte ocurrida cuando
bajaron los primeros olores que anunciaban lluvia, en abril de 2014. En aquella
ocasión, a consecuencia de la muerte del nacionalizado mexicano de origen
colombiano, sin recurrir al libro, recitó el párrafo –“Sería muy bueno -dijo-. Si estamos solos, dejamos la lámpara
encendida para vernos bien, y yo puedo gritar todo lo que quiera sin que nadie
tenga que meterse y tú me dices en la oreja todas las porquerías que se te
ocurran.” Refiriéndose al dialogo de José Arcadio y Pilar Ternera, cuando
le puso compresas de árnica en la hinchazón, entre adivinando el frasco, los
algodones y la oscuridad, para luego, pasar a la intimidad.
Charly en Querétaro no
estaba solo, había logrado una relación con una muchacha 10 años mayor que él y
al igual que Pilar Ternera, los encuentros de la tarde terminaban en la
madrugada, tras seis o siete encuentros dirigieron su rumbo sentimental hacia
otra chica más joven. Cariñoso, atento. Pero nada duradero, una o dos veces y
el cambio hacia otra chica. Luego otra. Pero a pesar del cambiadero, ninguna se
queja de él.
Tras la captura y
haberse conocido su verdadero nombre, sus amigos se enteraron de que Charly el
que no era Charly, había descuartizado a una mujer y embolsado como basura sus partes,
abandonadas en jardineras, montoneras y depósitos de porquería. Que había orden
de búsqueda y captura por todo México y en especial un oficio de colaboración
para su captura en al menos 119 países con apoyo de la Interpol.
Mientras al joven
homicida lo llevaban asegurado hacia la cárcel, él seguía con aquellas frases
de Brain Damage de los Pink Floyd; “The
lunatic is on the grass... The lunatics are in my hall... The lunatic is in my
head... There's someone in my head but it's not me … And if the cloud bursts,
thunder in your ear…” (El lunático está en la hierba... Los lunáticos están
en mi sala... El lunático está en mi cabeza... Hay alguien en mi cabeza pero no
soy yo ... Y si la nube estalla, truena en tu oído). Pero después de todo el
lunático era Charly el que no era Charly.
¿O no lo cree usted?
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