Eva Eros
Deyanira y la
guardería
Rodolfo Herrera Charolet
Deyanira sabe que su
nombre tiene significado, le dijeron que viene del griego antiguo y significa
literalmente el “que vence a los héroes”. Además que fue la tercera esposa de
Heracles. Ella piensa que el tal Heracles es el padrote que la regentea y eso
de esposa es de dientes afuera. Así que el cuento de su nombre lo repite cada
noche cuando le preguntan su nombre y mientras explica su significado, las
manos del macho acarician su cuerpo, introduciendo sus dedos en todos los
lugares posibles. Ese es su trabajo, una estrella de antro corriente, en donde
los noctámbulos embrutecidos por la bebida le dan rienda suelta a la hilacha.
Pero antes de llegar a
su lugar de trabajo debe sortear las peripecias de su oficio, vestida de negro,
con su maletita, sube a la unidad de transporte público media hora antes, si se
le hizo tarde, toma un taxi. En ese recorrido le ha pasado de todo, desde
aquellos que desean como pago una cogida rápida o una mamada. Una caricia
obscena (en el mejor de los casos) hasta las miradas de reproche de las mujeres
mojigatas que solo son buenas gentes con el compadre.
Deyanira, aprendió
rápido el oficio, inició cuando cumplió sus quince, luego se embarazó y tras
dos abortos, el tercero lo dejó al cuidado de su perro. Dejando al pequeño
encerrado en el cuarto que alquila y el perro que ha tenido siempre como única
compañía. Si el niño llora, el perro ladra. Si el perro ladra, el niño llora.
Así que nadie en la vecindad se entera y si fuera el caso, simplemente hunden
la cabeza entre sus hombros como diciendo “a mí que me importa”.
Cuando una vecina
samaritana informó de la infamia, luego de muchos trámites en la oficina de
atención a la familia, tomaron la decisión de investigar, cuando llegaron,
Deyanira ya no alquilaba el cuchitril, se había ido a vivir a la barranca, a
ese lugar en donde los vecinos se matan por enojo o por descuido.
En la barranca nadie
respeta la ley, porque tienen de vecino a un judicial que también tiene su
historia. A ese lugar los patrulleros de la policía federal, acuden por su
cuota que cobran al negocio de grúas. A ese lugar que apesta a todo, entre
basura, desperdicios industriales y en ocasiones a carne de muerto, sea perro o
de humano no importa.
Así las cosas, que en
los cuchitriles de la barranca Deyanira encontró a una señora con niños para
que le cuidara el chamaco, ella también es prostituta y ejerce el oficio en su
cuarto, así que no tiene problema para “chambear” y cuidar al nuevo pequeño que
se integra a la familia de hambreados, mientras su madre “trabaja” en el antro.
Se trata de una sociedad de conveniencia, una que si aporta beneficios, de una
prostituta de jacal y una de tubo en antro. La segunda de mayor ingreso que le
alcanza para pagarle una cuota semanaria a su amiga “dueña de la guardería
solidaria”, la primera que debe prescindir de los condones, porque no le sale
la cuenta, pero con la lana que le da la joven Deyanira, puede darse el lujo de
comprar tortillas, jabón y en ocasiones un pedazo de carne.
La joven Deyanira afirma,
entre pasadita y privado, que se dedica a ello porque de chiquita fue violada
por su padre, quien en la faena fue asesinado por su madre que fue condenada a
pernoctar en la cárcel para mujeres. Dice que la autora de sus días no pasa mal
rato, porque ella tiene beneficios, pues proporciona sexo al director del CERESO
y le permite ejercer el oficio como esposa provisional de los reos sección
varones.
Un día, ingenua que es
la Deyanira, le preguntó a su madre, “por qué te dejan ir al VIP´s” y ella le
dijo, “no seas bruta, no voy al restaurant, sino a la Visita Íntima Privada,
del CERESO. ¡Ah! Contestó Deyanira y no siguió preguntado, entonces se le
ocurrió ejercer su oficio los fines de semana que no trabaja el antro,
apuntarse como “esposa” de algún reo, pero se publicó en el periódico que uno
de esos mató a la novia que lo visitó y se había descabezado a otras antes, así
que abandonó la pretensión y siguió con su empleo cotidiano, pagando la
comisión del cincuenta por ciento de lo que gana.
Deyanira sigue siendo la
estrella de la noche de un antro de mala fama, sigue siendo la Eva nocturna que
entre caricias y deleites, gana el sustento diario, gracias… desde luego… a las
cuotas que paga el dueño a las distintas autoridades que se benefician del
oficio sin recibo ni evidencia. Porque mientras la autoridad se haga de la
vista gorda y el cuerpo aguante, seguirá la danza de mujeres desnudas
disfrazadas de Evas de la concupiscencia, bajo las estrellas de luces rojas y
la neblina del cigarro o puro que propaga el olor, entre humedad y sexo.
Un trabajo que es castigo y placer
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