Taxi Vs Uber



Fauna Política

¡Taxi… taxi!
Por Rodolfo Herrera Charolet

Se ha difundido una leyenda urbana de que en UBER los políticos del sexenio reciente limpian su dinero, aquel que formó parte del erario y que de alguna forma lo hacen producir. Se dice que al menos 1500 unidades son la inversión inicial de esos políticos, que las comisiones que pagan a la propietaria de la franquicia o marca con sede en San Francisco California (EEUU) son menores al 25% del total cobrado y que la permisibilidad de la fauna política local en el negocio propició regulaciones blandengues. Sea cierto o simplemente un infundio, la verdad es que el servicio público de transporte privado ha logrado aceptación entre la población usuaria, en especial la joven que está familiarizada con el uso de aplicaciones celulares, manteniéndose una flotilla de autos de modelo reciente, activa y proporcionando el servicio, a pesar del rechazo y constante golpeteo político.

Las agresiones y declaraciones oportunistas de líderes sindicales y grandes propietarios de concesiones del servicio público mercantil; que por medio de familiares, prestanombres o contratos privados, son poseedores de los consentimientos públicos para hacer negocio, tienen su motivo, el servicio público de transporte privado afecta sus intereses.
Diversos medios periodísticos han difundido información sobre el crecimiento de la aplicación y servicio público de transporte privado, como UBER que de septiembre de 2015 a julio de 2017, se dice que tiene 9 mil 810 vehículos particulares circulando por las calles de Puebla y sus municipios conurbados. Estos prestadores de servicio aportan ingresos de 20 millones de pesos semanarios y Un mil 120 millones de pesos anuales, tomando en cuenta un promedio del 22% de comisión sobre el cobro total del viaje, ingresos que desde luego disminuyeron de las bolsas de los grandes propietarios de los pulpos taxistas de concesiones del servicio público mercantil, que durante décadas ha manipulado el gobierno del Estado, por conducto de la Secretaría de Transportes y que cifras oficiales en la zona conurbana con Puebla, representan la competencia de 13 mil 320 unidades llamadas tradicionales; taxis metropolitanos y sitios.
Sin embargo no es ilícito que los políticos encontraran una forma de canalizar recursos y obtener mayores ingresos, ni que los empresarios del transporte público mercantil tengan acaparadas concesiones. Puesto que finalmente ambos esquemas ofrecen un servicio público que la población requiere y demanda. El problema, si se quiere ver desde la óptica de servicio público, es la manipulación y discrecionalidad de los funcionarios públicos para otorgar las concesiones, sin reglas claras ni procedimientos transparentes que sean accesibles a los inversionistas sin grandes capitales.
La complicidad, la componenda y el uso privilegiado de la información utilizado en beneficio propio de los funcionarios que intervienen en el proceso, es el asunto medular de corrupción y no que los inversionistas o concesionarios tenga pocas o muchas licencias o autorizaciones para proporcionar el servicio.
El doble lenguaje y la falta de un criterio imparcial, sujeto a las complicidades o circunstancias del momento para tomar decisiones que benefician al grupo en el poder, son la principal causa del vaivén de las políticas públicas aplicadas al servicio público del transporte colectivo, sea mercantil por concesión o privado mediante aplicaciones digitales.
Sin embargo para encontrar el problema de fondo, requiere mayor análisis que el comentario superficial y circunstancial que podría enjuiciar causas de interés público, que son idóneas u oportunas, o en su caso propagar rumores que podrían tener un sustento parcial y es motivo de mayor acopio de la información disponible. Por lo pronto siga utilizando su aplicación de transporte privado o salga a la calle a corretear algún taxi negro o azul para que lo lleve al lugar que pretende llegar, sano y salvo, esperando que le proporcione el servicio un auto de modelo reciente, el conductor sea cortés y le cobre lo justo, y para tomarlo no tenga que gritar: ¡Taxi… Taxi!
¿O no lo cree usted?
P.D. Esta historia continuará