Tres cuerpos, un auto robado y muchas preguntas: ejecutados en Coronango, ¿mensaje del crimen organizado?
Coronango amaneció con un silencio turbio el pasado fin de semana. Tres cuerpos sin vida fueron hallados en el interior de un vehÃculo abandonado. El vicealmirante Francisco Sánchez González, titular de la SecretarÃa de Seguridad Pública del estado, confirmó que el auto tenÃa reporte de robo en Tlaxcala desde el 1 de mayo, y no descartó que las vÃctimas hayan sido privadas de la libertad en otro estado para luego ser ejecutadas y dejadas en territorio poblano.
Puebla, de nuevo, como bodega del horror.
El caso apenas está en fase preliminar, pero el patrón se repite: vehÃculos robados, cuerpos sin identificar de forma oficial, y la sospecha de que el crimen organizado sigue usando las colindancias interestatales como zonas grises para evadir el control territorial de las fuerzas de seguridad.
El vicealmirante pidió esperar antes de emitir conclusiones. Pero la lógica del crimen no espera, ni necesita confirmación oficial para dejar sus mensajes: esto no fue un robo común, ni un ajuste vecinal; fue ejecución, traslado y abandono en zona limÃtrofe como advertencia o descarte.
Coronango y el corredor de impunidad
Coronango no es un municipio ajeno a la violencia. Forma parte del corredor metropolitano Puebla-Tlaxcala, donde la disputa por el territorio, las rutas de distribución de droga, el robo de hidrocarburos y el tráfico de personas han dejado un reguero de asesinatos sin resolver. Si los cuerpos fueron levantados en Tlaxcala, ¿por qué aparecieron en Puebla? ¿Quién controla esa franja? ¿A qué grupo o facción pertenecen las vÃctimas?
La respuesta institucional es siempre la misma: estamos investigando. Pero lo que queda en el aire es el miedo, la certeza de que hay zonas donde el Estado no manda, y donde las balas llevan más autoridad que cualquier insignia.
Cuerpos como mensaje
En este tipo de crÃmenes, el lugar donde se encuentran los cuerpos no es casualidad. Es parte del mensaje. Aparecen en lotes baldÃos, junto a carreteras o en vehÃculos robados. No hay reclamos públicos ni cartulinas firmadas, pero la violencia organizada tiene su propio lenguaje, uno que se lee con sangre y se escribe con total impunidad.
¿Quiénes eran las vÃctimas? ¿Por qué fueron ejecutadas? ¿Qué dice la fiscalÃa? Hasta ahora, lo único claro es que murieron violentamente y que Puebla fue usada, una vez más, como tiradero de cadáveres.
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