Cabeza logo

header ads

Una muerte mas, una libertad menos.

Ejecutan al periodista Salomón “Shalom” Ordóñez en

Cuetzalan; Una muerte mas, una libertad menos.

Por José Herrera / Eprensa

En Cuetzalan, un pueblo enclavado en la Sierra Norte de Puebla donde aún resuenan las lenguas náhuatl y totonaca, el silencio volvió a imponerse a balazos. La noche del lunes 24 de junio fue asesinado el periodista independiente Salomón Ordóñez Miranda, mejor conocido como “Shalom”, fotógrafo, cronista y voz incómoda de las calles empedradas, los conflictos comunales y la vida cotidiana que otros prefieren callar.

El crimen ocurrió en la localidad de Pahpatapan, donde el comunicador fue atacado a quemarropa por un sujeto armado mientras caminaba por la calle privada 15 de Mayo. Dos impactos de bala bastaron para derrumbar su cuerpo, pero el mensaje detrás del ataque vuelve a ser el mismo que se repite en México desde hace décadas: matar al periodista es más fácil que investigar lo que denuncia.

Pese al esfuerzo de paramédicos del Sistema de Urgencias Médicas Avanzadas (SUMA), Salomón murió en el lugar. La escena fue acordonada por la Policía Municipal y, como suele ocurrir, la Fiscalía General del Estado de Puebla llegó después para iniciar las diligencias. En un país donde más de 160 periodistas han sido asesinados desde el año 2000, el protocolo es siempre el mismo: cinta amarilla, peritajes, declaraciones vagas, y finalmente, el olvido institucional.

Un periodista de calle, no de escritorio

“Shalom” no tenía una nómina oficial ni un cargo en alguna redacción con blindaje jurídico. Su labor periodística era independiente, incómoda, sin patrocinadores ni favores partidistas. Documentaba con cámara en mano las festividades locales, las injusticias cotidianas, los abusos del poder, y también la vida cultural de un pueblo que convive entre la tradición indígena y la violencia estructural.

Era conocido por la comunidad. Tanto así que su propio padre fue quien lo identificó en la escena del crimen, tras ser avisado por vecinos. No era necesario mostrarle credencial de prensa: su trabajo hablaba por él.

¿Quién mató a Shalom? La justicia se ausenta

Hasta el momento, no hay detenidos ni móviles claros del asesinato. No se descarta ninguna línea de investigación, pero tampoco hay señales de voluntad para esclarecer el caso. El crimen se suma a una larga lista de asesinatos de periodistas en zonas rurales donde el acceso a la información es controlado por cacicazgos locales, intereses privados, y en muchos casos, grupos vinculados al crimen organizado o a redes de corrupción política.

En Puebla, la violencia contra periodistas no es novedad. Desde 2010 a la fecha, organizaciones como Artículo 19 y Reporteros Sin Fronteras han documentado agresiones, amenazas y asesinatos contra comunicadores que ejercen en condiciones de precariedad y desprotección total. Cuetzalan no es la excepción: la sierra ha sido escenario de conflictos agrarios, represión a defensores de territorio, y disputas por el control de recursos naturales, todos temas que “Shalom” no eludía.

Una muerte más, una libertad menos

En un país donde informar se ha convertido en un acto de valentía, la ejecución de Salomón Ordóñez es un recordatorio brutal: la libertad de prensa está bajo fuego. No solo por parte del narco o el Estado, sino por la indiferencia social que permite que el periodismo sea desechable, prescindible, mortal.

Su asesinato no puede ser reducido a una cifra más. Debe ser motivo de denuncia, memoria y exigencia. Porque mientras la impunidad siga garantizada y las balas sigan marcando la línea editorial, cada periodista asesinado será una derrota colectiva de una democracia en papel.

Publicar un comentario

0 Comentarios