Cabeza logo

header ads

¿Sienten los insectos? Evidencias...

¿Sienten los insectos? Evidencias que sacuden nuestra ética con el mundo natural

Redacción 
Miércoles 2 de julio de 2025


Durante décadas, la ciencia occidental dictó que los insectos no sienten. Su sistema nervioso “rudimentario”, su conducta “programada” y su falta de vocalización emocional los dejaron fuera de los marcos legales sobre bienestar animal. Pero ahora, nuevas investigaciones cuestionan ese dogma con fuerza: moscas, termitas y cucarachas podrían no solo sufrir estímulos nocivos, sino sentir dolor, miedo y hasta hambre.

Esto no es un hallazgo menor. Sacude uno de los pilares sobre los que se ha sostenido la explotación humana del mundo no humano: la creencia de que la insensibilidad justifica el exterminio.

La ciencia ya no está tan segura

Un grupo de investigadores, encabezado por el filósofo Jonathan Birch, de la London School of Economics, ha puesto en tela de juicio los límites tradicionales de la sintiencia. Tras presionar al Parlamento británico en 2021, lograron que se reconociera la capacidad de sentir en pulpos, calamares, cangrejos y langostas. Pero la ley se quedó corta: los insectos fueron excluidos, pese a representar el 40 % de todas las especies animales.

El artículo Can insects feel pain? —publicado en Advances in Insect Physiology— retoma ese vacío legal y lo enfrenta con datos. En él, se reporta que especies como moscas adultas, mosquitos, termitas y cucarachas cumplen con seis de los ocho criterios científicos para determinar sintiencia: memoria de eventos traumáticos, conductas de evitación, aprendizaje condicionado, plasticidad neurológica, cambios en la alimentación tras experiencias negativas y comportamientos similares al estrés.

¿Cambiará eso cómo los tratamos?

“Creo que no necesitamos una prueba científica para proteger a los insectos”, sostiene Angélica Mendoza Estrada, bióloga de la UNAM. “Son fundamentales para los ecosistemas. Nosotros invadimos su espacio. No ellos el nuestro”.

En efecto, desde el discurso ético, la sintiencia no debería ser la única vara para medir el valor de una vida. El papel ecológico de los insectos es monumental: polinizan cultivos, procesan cadáveres, controlan plagas, fertilizan la tierra y ayudan incluso a resolver crímenes a través de la entomología forense.

Pero los tratamos como basura. Literal. Como entes descartables cuya sola presencia en casa desata la violencia. En parte, porque la educación científica no ha sabido —o no ha querido— mostrar su importancia desde edades tempranas.

“Debemos enseñar desde la infancia que sin insectos no hay alimentos, no hay equilibrio, no hay planeta que funcione”, insiste Mendoza Estrada. “Ellos tienen derecho a existir aunque no sepamos si sienten como nosotros”.

¿Es dolor si no lo entendemos?

El argumento más recurrente para negar el sufrimiento en insectos es que no gritan, no lloran, no huyen con la expresión de un cachorro golpeado. Pero eso no significa que no duelan. Sus cerebros son distintos, sí, pero tienen estructuras sensoriales especializadas que reaccionan ante el daño, distinguen entre sustancias nutritivas y venenosas, y aprenden por experiencia.

Lo que duele —según la ciencia— no es la forma, sino la función.

Y si la función está presente, ¿no estamos ante una injusticia de escala monumental? Si matamos a millones de insectos sin necesidad, con químicos indiscriminados, en experimentos escolares sin sentido, por simple asco o costumbre, ¿no estamos incurriendo en una violencia sistémica que se ha disfrazado de “limpieza” o “control”?

Cuando la ignorancia se convierte en violencia

Hoy sabemos que los escarabajos peloteros ayudan a limpiar excrementos, que las abejas sostienen la seguridad alimentaria mundial y que las moscas son aliadas de la medicina forense. Sin embargo, la ley aún las excluye, y el desprecio persiste.

Como bien apunta Mendoza Estrada, la ignorancia no da licencia para exterminar. Pero el sistema legal y educativo actual aún opera bajo la lógica opuesta: si no sabemos si duele, no importa que lo hagamos.

Hasta que no nos atrevamos a cambiar esa lógica —por ética, por ciencia, por supervivencia— seguiremos siendo la especie que extermina a la más numerosa del planeta sin comprender su valor ni su posible sufrimiento.

Porque si los insectos sienten, la historia entera de nuestra relación con ellos se convierte en un error moral.




Fotografía de: Adriana Herrera López 

Publicar un comentario

0 Comentarios