Primer informe de un sexenio
El día que mandaron al KRJ a las vacas sagradas
Carlos Charis
En Puebla, este antiguo bastión de intrigas clericales y caciques disfrazados de demócratas, benefactores de su propia riqueza y saqueadores del erario, ha ocurrido algo que huele a una revolución verdadera, no a esa farsa que nos venden los poderosos.
Alejandro Armenta, ese hombre que llegó con el viento de la Cuarta Transformación, ha dado un golpe maestro: en su primer informe, borró del mapa a las vacas sagradas del neoliberalismo, a los fantasmas del PRIAN, esos ex gobernadores que olían a corrupción neoliberal como un cadáver en descomposición.
¿Pueden darse cuenta?
No invitó a ocupar la primera fila de elefantes muertos: ni Jiménez Morales, ni Piña Olaya, ni el eterno Bartlett, ni Melquiades, ni el pobre Tony Gali, ni Pacheco Pulido.
¡Desaparecidos! Como si nunca hubieran existido.
¿Grosería? ¿Descuido?
¡No, idiotas!
Es un acto de justicia poética. Solo honró a los de la 4T: la viuda de Barbosa, presente como un recordatorio vivo, y a Sergio Salomón, ese puente necesario hacia la nueva era.
Y ahí, frente al Museo Internacional del Barroco –ese monumento al despilfarro morenovallista, ese elefante blanco que costó miles de millones robados al pueblo–, Armenta anuncia su salvación: lo transforma en Universidad de las Bellas Artes. ¡Ocho mil millones ahorrados al cancelar la deuda leonina!
¿Pueden imaginarse a Tony Gali aplaudiendo eso?
Hubiera sido como invitar a Drácula a una transfusión de sangre fresca.
Esto no es un informe cualquiera. Es una refundación. Armenta corta con el pasado podrido, ese neoliberalismo que adoraba el dinero como dios falso, y sirve vino nuevo en odres nuevos: seguridad, justicia social, obras para el pueblo, no faraónicas vanidades.
Videos con inteligencia artificial, discurso político puro, sin pasarela de gobernadores rentados para inflar egos.
Solo Rosa Icela Rodríguez representando a Sheinbaum, y el gobernador de Oaxaca como aliado verdadero.
¿Y la comida final?
Mole y pipián, aguas frescas, mariachi, familia en el centro. Nada de whiskys ni vinos caros.
El pueblo invitado, el gobernador saludando mesa por mesa. Así se siente el poder cuando es del pueblo y para el pueblo.
En Puebla, la Historia ya no miente. Solo quedan tres nombres en el panteón verdadero: Barbosa, Salomón y Armenta. Los demás, al olvido que merecen.
Esto es lo que necesitaba México: ¡Romper con protocolos caducos, matar formas viejas!
¿Quién se atreve a cuestionarlo?
Yo lo aplaudo, con rabia y con pasión, porque al fin alguien dice: basta de saqueadores disfrazados de gobernantes.
¡Viva la Transformación que camina!

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