Tierra de nadie, la zona de los Sapos


Los antros ponen en jaque a artesanos, anticuarios y vecinos, mismos que exigen al ayuntamiento poblano frenar la inseguridad en aquel cuadrante de la Angelópolis
Alejandro Camacho Fierro/Foto Eli Peña/Intolerancia


Anticuarios de la zona de Los Sapos alzaron también la voz ante las irregularidades que diariamente se generan por los más de 30 “antros” ubicados en tres calles de esta zona y que ha ocasionado una inseguridad sin precedentes en uno de los barrios más representativos, hasta hace algunos años, antes de que se permitiera la proliferación de estos establecimientos.


Los más de diez anticuarios que trabajan en la zona detallaron todas las anomalías que se presentan en estos lugares, mismas que hasta el momento no han sido erradicadas por las autoridades municipales.


Aunque prefirieron guardar el anonimato, los vendedores de antigüedades dan cuenta de jovencitas bailando semidesnudas pasadas de copas en los balcones de algunos de estos establecimientos y participando en concursos que los dueños de los “antros” implementan para embrutecer a menores de edad.


Señalan que también es frecuente que no se pueda circular por debajo de los establecimientos que cuentan con balcones, porque una vez que los jóvenes se encuentran totalmente ebrios, se dedican a arrojar a los transeúntes cerveza, hielos, limones y hasta orines que son desechados por los mismos clientes.


Otra de las situaciones que tienen que soportar los vecinos y los anticuarios es el ruido que desde la una de la tarde se registra en el lugar y la alta concentración de basura que dejan los clientes de los establecimientos sobre el parque central.


Apuntaron que propietarios de los bazares que se instalan en la plancha central del barrio constante tienen que limpiar los orines y los vómitos que dejan los borrachos cuando salen a las tres de la mañana de los lugares, toda vez que en lugar de que se realicen rondines por parte de los cuerpos policiacos para desalojar el lugar, simplemente los clientes se dan el lujo de cruzar una calle para comprar más bebidas embriagantes y continuar su farra en las jardineras del lugar.


Al respecto, manifiestan que es un problema de todos los días encontrar a cualquier hora riñas entre clientes y meseros, estos últimos que se aprovechan para cobrar de más a los clientes una vez que se percatan que están muy tomados.Las riñas son muy comunes entre hombres, sobre todo cuando algún ebrio intenta sobrepasarse con alguna mujer.


Por ello, indicaron que es necesario establecer un horario apropiado de funcionamiento, es decir, que la autoridad reglamente el servicio de once de la mañana a las once de la noche y hasta ahí no permitir que se desborde la venta de bebidas embriagantes.Asimismo, exigen a la Secretaría de Seguridad Pública realizar operativos de seguridad eficientes y continuos, y no sólo de un día.


Finalmente piden a la autoridad municipal que no “eche al saco roto” las peticiones de los ciudadanos que son los que padecen todos estos problemas por la falta de responsabilidad de las dependencias encargadas de regular esta actividad.


Sin restricciones, los antros de Los Sapos


Antes de realizar esta entrevista, Intolerancia Diario se infiltró al bar La Troje un día anterior, para ser testigo de cómo opera el personal de dicho lugar después de los operativos que realizó el Departamento de Registro y Fiscalización en días pasados.


Se escogió este “antro” porque ha sido uno de los más clausurados por irregularidades, como la venta de drogas en su interior por parte de los meseros, permitir la entrada a menores de edad, exceder los decibeles de ruido establecido por la ley ambiental, constantes riñas y carecer en su momento de todas las medidas de seguridad pertinentes, irregularidades que en su mayoría se siguen presentando.


Eran las nueve de la noche. Desde que llegas un grupo de meseros te presionan para ingresar al “antro” que representan mediante diversas promociones. Lo mismo bebidas de cortesía, concursos, botellas y cervezas al dos por uno y hasta mandiles guapas.


Se supone que a esa hora es común empezar una parranda. Sin embargo, a la entrada de este establecimiento ya se veía a una gran cantidad de jóvenes discutiendo respecto a quién había pagado más de la cuenta, quedándose sin dinero para pagar el taxi.


Esta situación, según informes de los vecinos y de las propias autoridades, provoca que los jóvenes cometan asaltos para continuar la farra, todo porque los meseros les sacaron hasta el último centavo de sus bolsillos.


Apenas subes las escaleras, y ya se puede observar a gente durmiendo sobre las mesas producto del abuso del alcohol, y eso que apenas son las nueve de la noche. Primera falta: permitir la entrada a menores de edad.


Al poco tiempo de estar en el lugar, se pudieron apreciar los constantes conatos de bronca, ya que los clientes se sienten timados en la cuenta. Los reclamos son constantes: “no es lo que pedimos, no consumimos tanto, esta bebida de 30 pesos me la estás vendiendo en 60”, lo mismo de siempre cuando se trata de abusar de alguien que ya está en estado de ebriedad.


En seguida, el mesero pide refuerzos. A tu mesa llega el clásico “sacaborrachos”. De manera prepotente se acerca, los ve fijamente y les habla al oído para amenazarte e indicarte que te vayas del lugar, sin la oportunidad de aclarar lo que consumiste. Segunda falta: el robo descarado a tus bolsillos.


Por más que se buscó un número apropiado de extintores, a la vista del público sólo hay uno medio vacío. Salidas de emergencia, sólo una, en caso de un incendio puedes optar por una de las ventanas de los balcones, seguramente las personas caerán sobre alguien para amortiguar la caída. Tercera falta: no cuenta con las medidas de seguridad apropiadas.


Para poner el ambiente, llegan dos personas con una pistola de juguete que lanza agua, pero cargada de una bebida que hasta en la oscuridad brilla. Aunque no quieras te obligan a beber el producto con tal de que sigas tomando. Han transcurrido apenas tres horas y luego de varios tragos las jovencitas se ponen a bailar arriba de las mesas, todo parece indicar que ése es el ambiente. Pero se sale de control cuando por el concurso organizado por el DJ ofrece un cartón a la chica que baile más sexy, hasta ahí va bien.


Después, quien se moje la playera o realice lo más atrevido, lo mismo quitarse la playera, que quitarse su prenda íntima por debajo del pantalón o la falda y llevarla con el presentador.


Incluso, este medio fue testigo de una joven madre de familia que tenía a la orilla de un balcón a un niño como de 3 años de edad —al parecer su hijo—, mientras ella estaba bailando encima de una de las mesas y poniendo en riesgo al menor de caer un piso hacia la banqueta. Cuarta falta: permitir la entrada a niños.


Chamaquean a las autoridades


Parte de las irregularidades que se manejan dentro de un “antro” es el “pasarse por el arco del triunfo” a las autoridades. Ahora todos los meseros, desde los que están a las afueras de los “antros” y los del interior, ya manejan un sofisticado sistema de comunicación que lo usan no para dar seguridad a los clientes sino para los pitazos en caso de que se lleve a cabo algún operativo.


Platicando con uno de ellos, ya entrado en confianza nos relató lo siguiente. En este esquema de comunicación por radio se encuentran dos involucrados. Los vigías y los receptores. Según los datos, estos personajes se mantienen en vigilancia permanente de esquina a esquina, lo mismo en los cuatro puntos de referencia del barrio.


Situados en estos lugares, a la primera señal de presencia de alguna patrulla, éstos de inmediato se comunican con el personal que hay en el interior para poner en sobreaviso a los meseros y hacer “circo, maroma y teatro” para que a los ojos de las autoridades no pase nada.


Dependiendo el caso, de inmediato bajan el volumen de la música, si hay jóvenes muy tomados los meten al baño, limpian el exceso de botellas que hay en las mesas y se les pide que se retiren por el lado de la taquería de este mismo negocio para salir sin ser vistos, cabe mencionar que como son clientes frecuentes y son menores de edad se les informa a la entrada que en caso de cualquier operativo se les retira del lugar por una salida alterna para evitar sanciones o clausuras de la autoridad.


En el mejor de los casos, relata el mesero, inspectores del ayuntamiento que ya son conocidos en estos lugares simplemente les avisan cuándo hay operativo para no ser sorprendidos.