Feminicidio


Eva Eros
Ella se llamaba Estela
Rodolfo Herrera Charolet
Ella se llama Estela porque nació el 30 de mayo de 1980, cuando cumplió 16 años fue madre por primera vez y a pesar de oponerse su hijo fue regalado a una mujer que había perdido el suyo. Fue una de las muchas niñas que salieron de Veracruz para trabajar desde pequeñas como famuyas en diversos hogares. Cuando preguntaban por ellas, decían que eran ahijadas, sobrinas, hijas de parientes, pero nunca que fueran explotadas en los quehaceres domésticos. Lo que Estela ganaba mensualmente, lo enviaba el patrón a su padre, quien le entregó a su cuidado y oficio. Cada navidad, el patrón la enviaba de vacaciones una semana, con botella y aguinaldo. Es costumbre que el padre que entrega hijas para trabajo doméstico, deban visitarlo y de paso constatar que no están embarazadas, porque si así fuera, tienen que pagar y cumplirle con la manutención del chamaco.
Cuando Estela se fue a trabajar a la casa de Juancho, apenas tenía ocho años. Le dijo que necesitaba una nanita para sus hijos que habían quedado huérfanos y tan pronto apareció la menarca en Estela, la ascendió a “chacha” oficial de la casa, a quien visitada en sus noches de insomnio, que extrañamente se hicieron frecuentes. Un día la menstruación no llegó, la novia de Juancho, que ya era su pareja, corrió a Estela de su casa con su embarazo, un problema que terminó cuando regaló el producto de su vientre. Así que Estela fue arrastrada por la vida y se dedicó al oficio del “table dance” a la danza desnuda entre luces mortecinas.
Juancho siguió visitándola en el antro y le daba buenas propinas que enviaba a su padre y cuando llegó el mes de diciembre la chiquilla inventó una historia, de que se había enfermado y no podía visitarlo, pero el dinero enviado y la caja de botellas con vino, aplacaron la ira de su padre. En los meses siguientes Juancho siguió descargando su humor en ella y entre la alternancia con hombres ajenos, rubios, morenos, altos o rubios, ricos o pobres fue pasando la vida al mismo tiempo que abandonó la esperanza de encontrar un hombre para su vida, cuando ya había tenido tantos en forma pasajera.
Estela dejó de mandar dinero y Juancho de frecuentarla, el padre exigió la presencia de la hija, pero nadie respondió a su reclamo, por si acaso una carta escrita en puño y letra en la que le decía adiós para siempre y que abandonaba la casa en donde trabajaba.
La mujer con el tiempo perdió la firmeza de sus muslos y de sus senos, sufrió infecciones y hasta transmitía herpes genital, cuando los machos eufóricos en copas exigían sexo sin condón. Artista del encanto, hizo de su ternura el engaño, amando por instantes lograba propinas adicionales.
–¡Huy papito… eres un amor! ¡Huy eres un toro!
Así que entre caricias y placeres, Estela una estrella de antro, se ganó la vida, perdiéndose entre los laberintos de cuartos y rincones de antro.
Un día Juancho fue al médico y tras varios análisis le confirmaron que tenía el Virus de la Inmunodeficiencia Humana y su hijo más pequeño la había adquirido en su nacimiento. Pero la vergüenza no fue tanta, porque la madre del pequeño, tan pronto se enteró se quitó ella misma la vida. Al menos eso dijo el infiel a las autoridades, aunque no se explicaron nunca como fue que la mujer se disparó así misma quedando el arma a dos metros de distancia, disparándose primero en el abdomen y luego en la cabeza. Pero el tal Juancho tenía muchos amigos, los que había ganado cuando fue presidente municipal.
Así que Juancho sin sufrir el terrible mal, pensó que no era nada malo, porque él nunca sentía nada, ni se había dado cuenta. Ni tampoco había cundido el mal olor, como le ocurrió a su socio que olía a muerto y su inmoralidad lo delataba.
Una noche de insomnio y de calor en la recámara, Juancho saltó de la cama ajustándose sus pantalones de mezclilla, se dirigió al antro que siendo presidente había autorizado y en donde había colocado a Estela. Pero al llegar a ese lugar se enteró de que el gobierno moralista lo había clausurado y las chicas del frangollo fueron reubicadas a otros antros “amigos” del gobierno. Table dance que no temen a la clausura, porque pagan horas extra, tienen letreritos en los baños y cierran a las dos de la mañana, además del pago mensual, sin tarifa ni recibo.
Juancho siguió por largo tiempo buscando a Estela en los templos de adoración nocturna. Sin enterarse que un día nuevamente fue noticia, pero fue cuando lo encontraron muerto sobre la banqueta, pasado en tragos nadie pudo hacer nada por salvarle la vida. Finalmente el impresentable sujeto fue enterrado por algún familiar o amigo, sus restos fueron abandonados en una fosa fría, sin mayor tributo que una placa con su nombre. Extrañamente junto a su tumba lucía otra con singular belleza adornado con la estela de un ser alado y una inscripción;
Ella se llamaba Estela
1980-2004
En la tumba su pena terminó
Recuerdo de su hijo