Certificado médico

Morir en tiempos de Covid-19


Es jueves por la noche. Don Panfilo murió a sus 85 años no puede decirse que su muerte fuera tranquila y plácida. Las últimas 72 horas tuvo grandes problemas para respirar; el pecho le dolía y tenía mucha fiebre. Hacía cinco días que la habían llevado al área de “covid” del hospital general de Cholula, porque sus hijos sospechaban que tenía la terrible enfermedad del siglo. Cuatro horas después, estaba de regreso en casa. Le recomendaron medidas generales y le dieron una dotación de paracetamol. Nunca le realizaron una prueba. Únicamente sería ingresado si las dificultades para respirar aumentaran, además de otros síntomas.

La doctora Chang, una amiga de la familia, acudió como cortesía. En el camino pasó al consultorio de un colega por un certificado de defunción quien él previamente mostrando su vetusta cédula y firmando contra entrega, le proporcionan un formato.

Le dijeron que don Pánfilo murió por covid-19. Tenía los síntomas, era bastante probable y todo coincidía, sin embargo, no le avisaron que no había un diagnóstico de laboratorio. Nada que demostrara que el anciano murió por el virus SARS CoV-2. Es aquí donde la doctora se cuestiona el haber acudido. ¿Cómo llenará el certificado?

Es probable que la noticia más importante de esta semana sobre la pandemia de covid-19 en México sea el evidente subregistro de fallecimientos por esta enfermedad, corroborado mediante un análisis del contenido de las actas de defunción con datos del padecimiento en Ciudad de México, contra la cifra oficial reportada por el gobierno federal. En donde menos menos del 20 por ciento de los casos fueron manifestados, como lo demuestra el registro de llamadas al 911.

Parte de la explicación a este fenómeno, se encuentra en el ineficiente sistema de captura y registro de datos sobre la muerte de las personas en México; y todo comienza con el certificado de defunción, ya que éste es el documento legal en el que se especifican las causas y condiciones en que una persona murió. Es un tedioso formato con varias copias, en el que deben llenarse cuidadosamente 30 campos y debe ser firmado —de preferencia— por el médico tratante; en ausencia de éste, otro puede hacerlo (como con don Pánfilo), un médico legista en muertes por accidente o crimen y en casos extremos, una autoridad local.

Sólo puede ser escrito a mano o a máquina y es aquí donde comienzan los problemas. Si ocurre un error de ortografía, un “typo” o algún accidente en el orden de los padecimientos manifestados, se debe comenzar en un formato nuevo; estos están foliados, se entregan contra registro y generalmente son escasos, por lo que su llenado es siempre estresante para los médicos internos o pasantes, a los que se delega el “trabajo sucio” en los hospitales.

Una de las desventajas de nuestros tiempos es la pérdida paulatina del arte de la caligrafía. Y sí, en este caso estamos hablando de caligrafía de médicos. El certificado será entregado en el Registro Civil para tramitar con ello el acta de defunción. Si la persona que captura los datos no puede leerlos claramente, el acta estará mal desde su origen, por lo que el médico debe ser especialmente cuidadoso para que todo se entienda. Doble estrés.

El médico revisa una y otra vez el formato. No debe haber error. Según la NOM-035-SSA3-2012, la persona que firma “es considerada responsable de la información contenida en el mismo para los efectos de esta norma y demás disposiciones jurídicas aplicables.” En el mejor de los casos, los familiares serán cuestionados y el trámite de registro se verá obstaculizado. Hay que checar cada letra, cada inicial, cada apellido, cada padecimiento: Punto19 “Causas de la defunción”. Parte I “Causas directas y comorbilidades”. Parte II “Otros estados patológicos (no relacionados)”. No puede haber abreviaturas. No hay margen de error. En el peor de los casos, si algo se ve sospechoso, el médico será citado por el Ministerio Público y su carrera puede estar en riesgo.

Con la pandemia actual, el gobierno federal creó un documento de 12 páginas llamado “Correcto llenado del certificado de defunción. Muertes por virus SARS-COV2 (covid-19)”. Sí, 12 páginas sólo para aprender a llenar el certificado de un paciente covid-19. Pocos médicos saben que este documento existe.

A esta inusual colección de complicaciones se le agrega la escasez de formatos, las grandes restricciones para su entrega (contra cédula profesional en la mayoría de los casos) y el enorme control y seguimiento que se le da a cada certificado. Solamente el manejo de un recetario para narcóticos puede causar tanto estrés a un médico y no es entonces inusual, que sean pocos lo que quieran asumir la responsabilidad de certificar la muerte de un paciente desconocido.

Aún cuando hay funerarias que pueden conseguir un certificado de defunción válido a cambio de un pago adicional que realicen los deudos, desde luego legales pero cuestionables, porque en caso de comprobarse la veracidad de su expedición puede ser causa penal y de responsabilidad para el médico.

El propósito del certificado de defunción es registrar la causa de la muerte y facilitar la recopilación de datos estadísticos alrededor de ésta. El hacer de su llenado una de las labores más tediosas del ejercicio médico, entorpece el flujo y registro de información epidemiológica fundamental.

En la tercera década del siglo XXI, algo debe de hacerse para que médicos como la doctora Chang, puedan documentar sencilla y correctamente la muerte cualquier paciente. México necesita información y datos correctos. Facilitar el llenado y auxiliarse de tecnología, sería un gran primer paso.