La
muerte se pasó de largo
Crónica de
tres días de salud tipo nueva Dinamarca
Rodolfo Herrera Charolet
Esta publicación no es necesariamente
una opinión, es mi crónica de mis 72 horas de paciente y testigo de uno de los
servicios médicos en nuestro país. Lo vertido aquí puede ser comprobado y
verificado por las autoridades competentes, a fin de que en el futuro inmediato
se atiendan mis críticas, con la finalidad de que los derechohabientes y
pacientes sin seguridad social logren los mejores servicios.
Lo mejor de mi experiencia fue
comprobar en carne propia el sufrimiento de miles de personas que acuden a los
servicios médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Otro dato
relevante que vale la pena mencionar, es que, en la mayoría de los
profesionales de la salud, resultaron ser personas atentas, comprometidas y
solidarias, que posiblemente hacen milagros ante las múltiples carencias de la
institución.
Sin embargo, a pesar de que existe
buena disposición de esos servidores de la nación, en materia de salud, en la
mayoría de los casos están sujetos a protocolos que deben ser revisados,
cumplidos o en su caso acatados. Sin la influencia nefasta de directivos
recomendados que tienen notorio desprecio hacia el bienestar de las personas,
tal es el caso de la subdirectora Médica del Hospital 35 del IMSS en
Cuautlancingo. De quien se dice pesan quejas y denuncias, pero que está bien recomendada
para seguir en el puesto. En lo personal, la corría (si fuera autoridad
superior) en el preciso instante que volviera a hacer lo que hizo, en el
transcurso de mi estadía en el hospital a su cargo.
La “doctora” Dolores y con cargo de
coordinadora del turno nocturno, de los días lunes, miércoles y sábado, en el
Hospital, resultó ser la nefasta servidora pública de la salud que se dice
tiene el cargo porque tiene “palancas” que la mantienen en el cargo, puede
hacer su regalada gana a pesar de las denuncias y/o quejas que tiene. Mientras
los miles de pacientes que deben ser atendidos sufren de su indiferencia y
descaro. ¿Por cuánto tiempo más?
Se dice que una de las mejores
universidades en medicina es la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
(BUAP), prestigio que no pongo en duda, puesto que mi esposa es egresada de
dicha institución y es precisamente ella la que me orienta o comenta sobre las
fallas que observa en mis recurrentes visitas de urgencia. Sin embargo, debo
añadir la bondad, dedicación y gran profesionalismo de los médicos egresados de
la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), puesto que fue un
equipo de internos, médicos en etapa de servicio, residentes y cirujano,
egresados de esta institución, los que aliviaron mi dolor y el sufrimiento de
mi familia. Para ellos, mil gracias.
Para fortuna mía, la muerte
disfrazada de enfermero o supervisor de enfermeros, se llevó a mis vecinos,
primero en la Clínica 12 del IMSS en San Pedro Cholula y luego en el piso de
Cirugía del Hospital 35. Dos de los tres decesos de los que me enteré, dos de
ellos testigo fiel desde el momento que llegaron, uno por su propio pie y el
otro en camilla.
No tenemos material
A las doce la noche del día domingo
acudí a emergencias a la Clínica de Cholula. Cuando llegué, la salita de
urgencias estaba al tope, con personas esperando en la calle. Cuando logré
entrar, tras un breve tiempo de espera, acostumbrado ya al procedimiento
entregué mi carnet vigente de servicio. La señorita lo recibió y me preguntó el
motivo de mi urgencia, tras comentarlo, ella lo apuntó en el control de
atención médica que lleva en una computadora. Antes de que pudiera ser
atendido, un hombre adulto mayor, acompañado de una mujer más joven y otras
personas, pasó al consultorio de la única doctora que se encontraba atendiendo.
Tras una hora de espera, pasó otro par de personas, una de ellas con una
urgencia gastrointestinal. Después de ellos, seguiría una pareja de adultos
mayores y una pareja joven con una pequeñita en sus brazos, que la madre
abnegada arropaba con cuidado. Tras dos horas de espera, la señorita encargada
del registro me informó que no tenía material para realizar la maniobra médica
de urgencia que necesitaba y que debería conseguir dicho artefacto en alguna
farmacia.
La Farmacia del Ahorro ubicada en la
12 Oriente de Cholula, ya no proporciona domicilio nocturno, ni tampoco la
ubicada en la avenida Hidalgo. Por casualidad si lo proporciona la farmacia
Guadalajara, pero también tiene escasos artefactos que solicité. Tras una
búsqueda, se encontró una pieza. Era mi madrugada de suerte, sin duda.
Tras llegar nuevamente a urgencias a
la clínica, los mismos pacientes que había dejado antes, seguían, mas otros que
se sumaron a la larga fila de espera. A eso de las tres de la mañana reclamé a
la señorita de la ventanilla, indicándole que, según la publicidad pegada en
los muros, se afirma que la atención a mi urgencia (color amarillo) debe ser a
lo máximo de 30 minutos. Ella con voz calmada me pidió un poco de
consideración, puesto que la doctora se encontraba realizando un trámite de
llenado del certificado de defunción, del paciente de las doce. El hombre entró
a consulta, no se que tiempo esperó en la sala de urgencias, pero había sufrido
un infarto. Durante la consulta vino otro infarto que finalmente terminó con su
vida.
Tras escuchar la excusa, permanecí de
pie calculando el tiempo que me quedaba de resistencia, antes que los espasmos
de dolor iniciaran, acostumbrado ya en situaciones anteriores. La joven pareja
con la bebé en sus brazos, cruzaron sus miradas y con posible enojo y
resignación salieron de la sala de espera. Fue entonces que al mover y destapar
su brazo me di cuenta que tenía posible fractura y raspones sangrantes. Para
fortuna de esa pareja y para tranquilidad mía, el paciente era él y no la
pequeña, que seguía en los brazos de su madre profundamente dormida.
No recuerdo en donde sufrí el
desmayo, si fue en la sala de espera o cuando me tomaron los signos vitales,
antes o después de que me colocaron el artefacto. Lo cierto es que, cuando
nuevamente abrí los ojos, me dijeron que me podía retirar, si es que me sentía
bien, pero ahora posiblemente agradecido de que realizaran el procedimiento.
A eso de las seis de la mañana me di
cuenta, que el artefacto salió defectuoso o algo había ocurrido, porque el
alivio logrado en ocasiones anteriores nunca llegó, seguía igual que las doce
horas antes de iniciado el problema. Entonces acudí a mi famosa clínica, pero
nuevamente, la larga fila de pacientes esperaba turno. Creyendo que ya era
“cliente” frecuente acudía la ventanilla, otra señorita, atenta, recibió mi
carnet y agendó mi turno. Un rato después un médico observó los distintos
motivos de consulta, el mío era una solicitud de hospitalización en virtud de
que se requería un procedimiento más especializado que ellos no podían
proporcionar y tampoco la variante del artefacto. Me tocó el tercer turno de
acuerdo a la prioridad a criterio del médico. Esperé turno y fui atendido.
Tiempo después me entregaron el documento de atención en Hospital.
¡Wow! Servicio tipo Dinamarca
Tras llegar a urgencias al Hospital
evité espera en la salita general, tras mostrar la bolsita del artefacto que
tenía un contenido rojizo (sangre). Sufría un sangrado interno. Media hora tras
la recepción de urgencias y pasar con el médico, fui al área de atención. Una
señorita amable me indicó ponerme la famosa bata verde con la abertura por la
parte trasera (nalgas al aire). Esto ya se sabe que es sin calzones y por si
acaso permiten las chanclitas que debes llevar para la ocasión. Muy amable la
señorita con su bata blanca me indicó que estaban saturados y no hay camas ni
camillas disponibles, pero hay sillas. Así que con una sábana blanca al estilo
capa de Batman, fui asignado a una de ellas.
Les indique mi problema y de acuerdo a
las instrucciones de la médico que me recibió, procedieron a colocarme una
venoclisis para suministrar suero. Como comencé con los conocidos espasmos
dolorosos me suministraron paracetamol. Todo bien, hasta que en sillas adjuntas
me acompañaron otros pacientes, entre ellos una jovencita con severos dolores.
Apenado por mi urgencia, decidí esperar el turno. Sea por la muerte de algún
paciente de urgencias o por su trámite a piso, cirugía o alta.
A eso de las seis de la tarde,
abandoné la silla del dolor, tras otorgarme el privilegio de una camilla
disponible, pero el dolor de la jovencita abandonada a su suerte, me obligaba a
ser caballeroso. Sin embargo, sabía que mi procedimiento era en verdad muy
sencillo, a pesar del sangrado, se solucionaba en unos cinco minutos, de querer
hacerse.
Tras otra espera, fui trasladado a
piso, en donde el desinterés de cambiar el mentado artefacto siguió en pausa,
así como el suministro de medicamentos para evitar los espasmos dolorosos. Para
no detallar esos momentos, tras la muerte de mi paciente-vecino a las 2:57
horas, fui atendido, más por compasión del médico que en ese momento se enteró
de mi presencia, quien inmediatamente ordenó el artefacto y medicamentos. En
los siguientes cinco minutos resolvió con notoria maestría el recambio, apagó
el dolor y me quedé dormido el resto de la noche.
¡UFF! Tras mas de 24 horas, los poco
mas de dos litros retenidos con su peculiar tono rojizo, dejaron de causar
molestia. Los detalles y particularidades del tema, posiblemente los comentaré
posteriormente. Lo cierto es que las carencias en los hospitales del IMSS son
muchas, que hay personas buenas y muy buenas, pero hay otras que dañan la
imagen de los que hacen la chamba, aunque no les toque.
Dice el Gobernador Alejandro Armenta,
que hay que acabar con la corrupción y el “no me toca”, debemos ser un gobierno
humanista y que primero está la salud y bienestar del Pueblo. Yo aplaudo y me
comprometo, en cuerpo (lo que queda) y alma, a hacer posible desde el lugar que
me encuentre; que en Puebla se cumpla ese objetivo, por pequeño que parezca.
Que se reencause el verdadero espíritu de servicio dentro del gobierno y que
los servidores públicos se bajen de su tabique cuando asumen un cargo. Somos y
debemos honrar el servicio público, no para pretender ser ricos a costa del
sufrimiento de los muchos, ni para hacer negocios privados con lo público.
Debemos esforzarnos por ser mejores, honestos y seguir en la medianía de
nuestro ingreso público. Si queremos hacer negocio, que sea desde la trinchera
de los empresarios, comerciantes y profesionistas independientes, pero con el
esfuerzo de nuestro trabajo.
Lo bueno, si es que se puede decir
que lo hubo, es que, en los días de las sillas del dolor y del olvido, la
muerte pasó disfrazada de enfermero.
A manera de chisme o advertencia
informo que el enfermero en cuestión es; delgado moreno, como de uno setenta de
estatura, con una coleta tipo “cola de caballo recogida”. En cuanto a su
nombre, mejor no lo hago, no sea que sea la verdadera calaca y se enoje,
animándose a recogerme cuando esté distraído.
¿O no lo cree usted?



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