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Crónica de un penal intervenido: armas, celulares y drogas al interior

 Por José Herrera



Crónica de un penal intervenido: armas, celulares y drogas al interior de San Miguel

PUEBLA, Pue. (apro).– Un nuevo operativo al interior del Centro de Reinserción Social (Cereso) de San Miguel reveló, una vez más, el grado de colusión, descontrol e impunidad que pervive en los penales poblanos. Bajo el pretexto de una intervención rutinaria, elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), en coordinación con la Secretaría de Marina (Semar) y la Guardia Nacional, aseguraron armas punzocortantes, drogas y una sorprendente cantidad de dispositivos electrónicos al interior de las celdas.

La operación —quinta en lo que va del mes— se llevó a cabo durante la madrugada del 28 de mayo, en medio de un hermetismo institucional que contrasta con la crudeza de lo incautado: 78 objetos punzocortantes, 18 celulares y 17 envoltorios con marihuana. Todo ello hallado dentro de uno de los penales más emblemáticos —y problemáticos— de la entidad.

Aunque la SSP insiste en que las revisiones “se realizaron con apego a los derechos humanos”, la realidad que se desprende de los decomisos confirma una verdad incómoda: los Ceresos en Puebla no son centros de reinserción social, sino espacios donde el crimen se reproduce con la complicidad de custodios y mandos penitenciarios.

Tecnología, droga y poder tras las rejas

San Miguel no es un caso aislado. En los últimos días, la SSP ha ejecutado intervenciones similares en otros cuatro penales: Tehuacán, Huejotzingo, San Pedro Cholula y Ciudad Serdán. Los resultados son similares: enseres electrónicos de lujo, teléfonos celulares, memorias USB, armas hechizas, drogas y aparatos que solo podrían ingresar con la anuencia —o complicidad— del personal de seguridad.

En Cholula, por ejemplo, se confiscaron 40 bocinas, 26 pantallas y hasta reproductores Blu-ray. En Huejotzingo se hallaron envoltorios de cristal y marihuana, además de ventiladores, celulares y 28 accesorios para teléfonos móviles. Tehuacán y Ciudad Serdán no se quedaron atrás: dosis de droga, cables de audio y video, y más pantallas engrosan el listado de objetos que contradicen la supuesta vigilancia institucional.

Lo que debería ser una excepción, se ha vuelto regla: cada operativo destapa la normalización del crimen organizado al interior de las cárceles.

El elefante en la celda

El gobierno estatal ha presentado estos operativos como parte de una estrategia para “retomar el control institucional de los penales”. Sin embargo, ninguna autoridad ha explicado cómo es posible que 78 armas punzocortantes y casi una veintena de teléfonos móviles permanezcan en manos de reos sin que ello haya sido detectado antes. ¿Cuántos “operativos sorpresa” son necesarios para entender que el verdadero problema está en la estructura de corrupción que opera desde dentro?

Cada decomiso, más que una victoria, representa la evidencia de un sistema fallido, donde los internos mantienen redes de poder, comercio y comunicación ininterrumpidas con el exterior.

Mientras el discurso oficial insiste en los protocolos y el respeto a los derechos humanos, la realidad exhibe una cárcel que funciona como microcosmos del crimen: negocios, violencia, extorsiones y consumo de drogas. Todo bajo el resguardo del Estado.

La pregunta obligada es si estos operativos son medidas cosméticas o el inicio de una verdadera depuración penitenciaria. Porque la reinserción social, en Puebla, sigue siendo una promesa sin celda.


José Herrera 
29 de mayo de 2025

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