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Nada extraña la corrupción en Cuautempan

Nada extraña la corrupción en Cuautempan

Carlos Charis / ePrensa


Cuautempan, Puebla
En Cuautempan la tierra es roja, los cerros altos y los silencios pesados. Y bajo ese cielo encapotado de la Sierra Norte, se cocina otro de esos escándalos que ya no escandalizan a nadie porque huelen a costumbre. Lo llaman gobierno municipal, pero en realidad parece un feudo de medio pelo, administrado por la familia Cortés Caballero, que confundió el poder con herencia y la administración pública con un negocio de carnicería.

Al frente, Gerardo Cortés Caballero, presidente municipal, prófugo, escondido, borrado del mapa tras las investigaciones por delitos que suenan a crimen organizado: extorsión, secuestro, armas ilegales. Catearon su casa y la de su padre, que también fue alcalde. No encontraron a nadie, pero sí lo de siempre: armas, drogas, billetes en montones, camionetas de doble tracción y placas borrosas.

Mientras tanto, su madre reparte despensas en el DIF como si fueran indulgencias, y su sobrino “vigila” la transparencia desde la Contraloría. Siete parientes colocados como si el ayuntamiento fuera una fonda familiar. Nepotismo le llaman los códigos. Caciquismo, la historia. Impunidad, el pueblo.

En Cuautempan, los hashtags suenan más fuerte que los portazos. #CorrupciónCuautempan, #NepotismoCuautempan. Las redes sociales, Facebook y TikTok, se han convertido en la nueva plaza pública donde se grita lo que nadie quiere escuchar en el Congreso. Hay páginas como Denunciómetro Cuautempan, donde cada testimonio es un ladrido contra la oscuridad.

Y mientras tanto, allá en la cabecera municipal, entre murmullos y asambleas vacías, los que aún tienen voz piden a gritos justicia. Pero la justicia no sube a la Sierra, no llega con patrullas ni con fiscalías, no se asoma a los pueblos donde los alcaldes huyen y dejan la sombra de su apellido como amenaza.

La línea 089 está abierta para denunciar. Anónima, segura, dicen. Pero aquí, donde todos se conocen, hasta los silencios tienen nombre.

Cuautempan no es el único. Es apenas uno más en la lista de municipios tomados por dinastías del poder rancio. Ya lo advirtió Rodolfo Herrera Charolet, ese Quijote incómodo que apunta con nombres y apellidos a los caciques de Tlachichuca, Chalchicomula, Tianguismanalco, y otros tantos municipios gobernados por apellidos viejos y costumbres peores.

La pregunta no es si caerá Gerardo Cortés. La pregunta es cuándo y quién ocupará su lugar. Porque en Puebla, la silla del poder se calienta rápido. Y el pueblo, como siempre, tiembla.

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