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Charolet también denunció al gobierno caciquil de Cuautempan

 

10 de mayo de 2025

Ese día se supo, entre murmullos de pasillo y hojas selladas a las carreras, que entre los municipios señalados por Rodolfo Herrera Charolet se encontraba el nombre que ya empezaba a sonar como mal augurio: Cuautempan. Una comunidad de la Sierra Norte de Puebla que arrastra la niebla del olvido estatal y la violencia de los cacicazgos. Allí, no hace mucho, la policía —esa que llega cuando el escándalo ya no se puede ocultar— cateó la casa del alcalde, hoy prófugo. Lo que encontraron dentro no fue una sorpresa: armas, drogas, vehículos y fajos de billetes. Como si la alcaldía hubiera sido tomada por un grupo criminal... o tal vez simplemente nunca dejó de estarlo.

Pero Cuautempan no es el único. Charolet, con voz que mezcla denuncia y resignación, también arrojó luz —si es que así puede llamarse a esto— sobre Tlachichuca, Chalchicomula de Sesma, Tianguismanalco, y otros municipios que viven bajo el yugo de apellidos que se heredan como coronas. Gobiernos que no gobiernan: administran el miedo, negocian impunidad, reparten obra pública como quien reparte botín entre compadres.

En la Puebla profunda, donde las palabras "transparencia" y "rendición de cuentas" suenan a insulto extranjero, la democracia es una broma de mal gusto. Y los que aún creen en ella lo hacen con los dientes apretados y una cartulina rota en la mano.



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