Explota la violencia en Coronango: El municipio arde mientras el edil guarda silencio
Por José Herrera
30 de junio de 2025
La violencia en Coronango estalló, literalmente, frente a las narices del poder municipal. Un cadáver apareció dentro de un vehículo abandonado en San Martín Zoquiapan y, como si el crimen no bastara, dos artefactos explosivos —presumiblemente granadas— detonaron durante las diligencias ministeriales. Un agente resultó herido. El resto: caos, miedo y un silencio administrativo que ya es costumbre en esta alcaldía.
Mientras las fuerzas estatales —Secretaría de Seguridad Pública, Guardia Nacional y Secretaría de Marina— desplegaban un operativo de emergencia para resguardar la escena, el presidente municipal brillaba por su ausencia, repitiendo la misma fórmula con la que ha enfrentado los crecientes niveles de inseguridad: negación, opacidad y evasión de responsabilidades.
¿Dónde estaba el alcalde durante el atentado? ¿Por qué Coronango no cuenta con un protocolo de reacción inmediata ante amenazas armadas o explosivos? ¿Por qué no existe coordinación eficaz con los tres órdenes de gobierno si el crimen organizado ya opera con tal descaro?
El Gobierno del Estado respondió con rapidez y desplegó recursos logísticos y humanos. La zona fue asegurada, se activaron las unidades de investigación y se evitó una tragedia mayor. Sin embargo, es evidente que el vacío de autoridad municipal ha creado un caldo de cultivo para la criminalidad.
La administración local ha sido incapaz de articular una estrategia mínima de seguridad pública. Peor aún: la omisión se ha convertido en una forma de complicidad tácita, disfrazada de ignorancia, disfrazada de “no me toca”.
En vez de invertir en prevención del delito o reforzar su policía municipal, el ayuntamiento ha priorizado obras menores, redes clientelares y un aparato de comunicación que intenta maquillar una realidad sangrienta. Pero los hechos estallan, como las granadas en Zoquiapan.
Los vecinos saben que no pueden confiar en la policía local. La confianza se ha roto. Y cuando los criminales sienten ese abandono, se apropian del territorio sin pedir permiso.
El mensaje está claro: Coronango es tierra de nadie.
Y mientras el Gobierno Estatal asume funciones que no le corresponden, el presidente municipal sigue en campaña, repartiendo sonrisas, como si las esquirlas no fueran con él.
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