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Obsesión, silencio y pasamontañas

 

Obsesión, silencio y pasamontañas: el crimen en Lomas de Angelópolis que nadie quiso ver

Por José Herrera

20 de junio de 2025

Lomas de Angelópolis, enclave de lujo y aparente tranquilidad, amaneció con la sangre congelada. No por el frío de marzo, sino por el silencio incómodo de una comunidad que, por semanas, prefirió mirar hacia otro lado mientras la sombra de la violencia crecía tras las rejas electrificadas de un fraccionamiento privado. Natalia Sonia N., argentina, profesionista, madre y excolaboradora del panista Antonio Gali Fayad, fue hallada muerta en su domicilio. Estrangulada. Golpeada. Asesinada con premeditación. El crimen tenía todas las marcas de la obsesión. Y el presunto responsable: un menor de 12 años.

No era un desconocido. Vivía en el mismo clúster, a unas casas de distancia. Se llamaba Axel Leonardo N. Delgaducho, con mirada retadora, pedaleaba en su bicicleta al anochecer y paseaba solo, como si vigilara. Y de hecho, según los testimonios que hoy integran la carpeta de investigación, eso buscaba aprender: a vigilar. A través de conversaciones extrañas con los guardias de seguridad, preguntaba sobre el funcionamiento de las cámaras, los horarios de entrada, los puntos ciegos. Nadie sospechó. O no quisieron hacerlo.

Porque en Lomas de Angelópolis no se habla de crímenes. Se ocultan. Se tapan con bardas altas, con guardias armados y con miedo. Y cuando el crimen ocurre —y más si el presunto homicida es un niño— la comunidad opta por el pacto de silencio.

Una ficción convertida en ritual

La historia recuerda al personaje Joe Goldberg, protagonista de la serie You de Netflix. Obsesivo, acosador, manipulador. En la ficción, Joe justifica sus actos como pruebas de amor. En la realidad, Axel parece haber tomado esa narrativa como guía. No solo imitó su estética —pasamontañas incluido—, sino su metodología: entrar a la vida de alguien, conocer sus debilidades, estudiar sus movimientos, y luego actuar con frialdad quirúrgica.

Videos entregados a las autoridades muestran que el menor irrumpió en la casa de Natalia, permaneció dentro cerca de dos horas y salió como si nada. Nadie lo detuvo. Nadie lo cuestionó. En los días siguientes, algunos vecinos lo miraban con recelo. Otros ya lo sabían. Pero no hablaban. Porque el verdadero cáncer de los fraccionamientos cerrados no es la delincuencia: es el miedo al escándalo.

Natalia: víctima elegida

Natalia atravesaba un proceso por la custodia de su hijo. Estaba sola, vulnerable, emocionalmente desgastada. El asesino —si las pruebas lo confirman— no solo planeó su muerte, la eligió. Como cazador en serie, buscó la víctima más frágil. Una mujer. Extranjera. Sola. Un blanco perfecto para la mente retorcida que se alimenta de retos virales, fantasías morbosas y el aplauso virtual.

Se ha mencionado que el crimen pudo estar motivado por dinero. Que la mujer guardaba fuertes sumas en efectivo. Que el niño fue desafiado a grabarla. Pero eso, hasta ahora, no ha sido confirmado. Lo que sí está documentado es que Axel enviaba mensajes por WhatsApp a vecinas adolescentes para decirles que estaba afuera de sus casas, en la ventana. Nadie reportó nada. O lo tomaron por raro, no por peligroso. Hasta que fue demasiado tarde.

Justicia entre cámaras, amenazas y blindaje

Cuando los vecinos comenzaron a manifestarse, no fue para exigir seguridad. Fue para señalar lo que las autoridades se negaban a aceptar: “el asesino vive aquí”. Poco después, los familiares de Natalia comenzaron a recibir amenazas. La casa del menor fue blindada con seguridad privada. Y su familia abandonó el clúster Querétaro. Un exilio pactado en lo oscuro, mientras la verdad apenas comenzaba a salir a la luz.

El proceso judicial, por tratarse de un menor, se llevará en tribunales especializados. No se ha ordenado su internamiento, sino medidas cautelares. Pero, como en muchos casos, el castigo penal no podrá reparar la omisión colectiva. Porque Natalia no solo fue asesinada por un menor influenciado por una serie. Fue asesinada por un entorno que prefirió callar.

¿Una ficción que educa o una sociedad que evade?

El crimen en Lomas de Angelópolis es un espejo incómodo. ¿Qué pasa cuando la violencia ya no viene de afuera, sino desde adentro? ¿Qué hacemos cuando el peligro no es un ladrón armado, sino un niño vecino que absorbe sin filtro el contenido que consumimos a diario? ¿Es la serie culpable? ¿O somos nosotros, por haber normalizado el morbo, la obsesión, el acoso como entretenimiento?

Natalia cumpliría 50 años. Su sobrina, la actriz Valentina Zenere, ha exigido justicia desde el extranjero. Pero aquí, en Puebla, las cosas siguen igual. Las rejas siguen cerradas. Los vecinos, callados. Y la historia, como tantas otras, amenaza con repetirse.

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