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Fantasmas de carne y pixeles

Fantasmas de carne y pixeles: Fofo Márquez, Alex Marín y la prisión digital.

28 de junio de 2029


Por algún rincón del internet podrido empezó a circular una fotografía que mostraba, con todo y sonrisas congeladas, a Rodolfo “Fofo” Márquez y al siempre escandaloso Alex Marín, supuestamente dentro de una prisión. Ambos juntos. Como si la cárcel fuera un set de grabación más para estos fabricantes de fama instantánea.

La imagen parecía demasiado real. Tenía todo: iluminación sucia, fondo lúgubre, expresiones artificialmente humanas. Pero había algo que no cuadraba. Como esas películas mal actuadas donde los protagonistas se creen sus propios personajes. Los ojos no miraban. Los dientes brillaban de más. Las sombras no sabían dónde ir.

Pronto, como siempre pasa con las mentiras que saben a verdad, los expertos digitales levantaron la ceja. Medios y usuarios especializados comenzaron a destripar la imagen y a confirmar lo que ya olía a trampa: era una creación de Inteligencia Artificial. Un montaje perfecto para un mundo donde lo falso se abraza más fácil que lo cierto.

Y así, en unas horas, la foto se hizo viral. Los mismos que alguna vez les dieron "likes" por exhibir relojes de medio millón de pesos, o presumir mujeres como si fueran trofeos sexuales, ahora compartían la supuesta imagen de su caída con la misma devoción con la que antes los aplaudían.

Pero no, la imagen no era real.
Ni siquiera se tomaron la molestia de verificar.
Porque en este circo digital ya no importa la verdad, sino la apariencia de una verdad conveniente. Y la IA, como un espejo roto de nuestros deseos más morbosos, está lista para dar lo que la realidad no alcanza: un retrato de justicia que aún no existe.

Fofo y Marín están presos, sí. Pero no juntos. Cada uno está encerrado en su propio infierno, en prisiones distintas. No hay selfies, ni lives desde la celda, ni contenido exclusivo. Por ahora, el algoritmo no puede entrar ahí. Por ahora.

El silencio en sus redes, el apagón de sus cuentas, ha dejado a sus seguidores más fieles como adictos en abstinencia. Ya no hay gasolina derramada en McLaren, ni tríos con actrices porno desde una terraza en Cuernavaca. Solo queda la memoria distorsionada de lo que fueron... y una fotografía falsa que encendió la nostalgia por el escándalo.

La IA no tiene ética. Refleja lo que el mundo quiere ver: ídolos en desgracia, morbo digital, justicia convertida en meme.
Pero lo cierto —como en las peores resacas— es que todo era mentira. Y aún así, nos lo creímos porque nos convenía creerlo.

Así funciona esta era de basura glorificada. Fofo y Marín se convirtieron en símbolos de lo que este país no quiere ver de sí mismo: impunidad con filtro, lujos sin consecuencia y fama hueca. Y cuando finalmente caen, cuando los atrapa la justicia, no sabemos qué hacer con el silencio. Por eso inventamos imágenes. Para no dejar de verlos, aunque ya no estén.

Porque la cárcel de verdad no es de cemento, es de olvido.
Y ahí sí, la IA no puede hacer nada.

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