La pistola estaba sobre la mesa. Y el niño la tomó.
por Carlos Charis
Un niño de apenas dos años jugaba bajo el sol de Río Verde, en Mato Grosso del Sur, Brasil. Nada parecía fuera de lugar: él, su madre y su padre estaban sentados en el patio de casa, respirando esa paz tan frágil que a veces se disfraza de rutina.
El niño la tomó. No sabía lo que tenía entre las manos. Y apretó el gatillo.
La bala fue a dar directo al pecho de su madre. El disparo fue corto. El tiempo también.
Ahora las autoridades investigan. Como si algo pudiera devolverse. Como si poner a alguien tras las rejas pudiera cambiar que un niño mató a su madre antes de aprender a decir “mamá” sin que se le trabara la lengua.
Y la pistola sigue ahí. Como tantas otras. Sobre mesas, en cajones, debajo de almohadas, esperando otro error. Otra escena que ni el mismísimo Bukowski habría querido escribir.
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