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Los ratones no construyen trampas, pero nosotros sí

Los ratones no construyen trampas, pero nosotros sí

Por Carlos Charis / 31 de mayo de 2025 

“El hombre inventó la bomba atómica, pero ningún ratón en el mundo construiría una trampa para ratones.”
—No fue Einstein, fue Werner Mitsch. Pero igual da.

Una frase brillante, sí. Redonda. Tan buena que la gente prefirió decir que era de Einstein. Suena más profundo si lo dice un genio con pelo de loco. El problema es que no la dijo él, y eso importa. No porque le debamos algo a Mitsch, sino porque ilustra cómo funciona este circo: repetimos cosas sin saber de dónde vienen, las publicamos, las viralizamos, y luego le echamos la culpa a la inteligencia artificial.

Pero no es culpa de la IA. No en este caso. Es nuestra. Toda nuestra. La máquina solo repite lo que nosotros pusimos ahí.

La trampa ya estaba armada

Nos preocupamos por las “alucinaciones” de los modelos de lenguaje, pero ¿qué hay de las nuestras?
Creímos que internet nos haría más sabios. Ahora creemos que la inteligencia artificial será más justa, más rápida, más lista. Pero se nos olvida una cosa básica: la IA aprende de nosotros, y nosotros seguimos siendo unos idiotas funcionales.

Tomemos esto: miles de veces se ha compartido esa frase del ratón con la firma de Einstein, y casi nadie se tomó la molestia de revisar si era suya. Porque ¿para qué verificar algo si suena bonito? La verdad, en este punto, es decorativa.

De Facebook al metaverso, del metaverso a la nada

Zuckerberg dijo en 2013 que estaba orgulloso de conectar a mil millones de personas. Un sueño cumplido.
En 2017, quiso que nos uniéramos en “comunidades”.
Y en 2025, dice que ya no necesitamos creativos, ni agencias, ni contenido.
Solo una tarjeta bancaria.
Y él se encarga del resto.

“No necesitas segmentación. No necesitas medir. Solo ve los resultados que te damos.”

Eso no suena a conectar personas. Suena a borrarlas del mapa.

¿Y qué dicen los humanos? Nada.
Porque suena bien: menos costos, más eficiencia, automatización.
Pero seamos sinceros: esto no es eficiencia, es desmantelamiento. No de la publicidad, sino del criterio, del trabajo digno, de cualquier cosa que no se pueda convertir en un número o un clic.

Humanos construyendo su propia trampa

La bomba atómica mató a cientos de miles, pero se hizo en nombre del progreso.
La IA no explota, no deja escombros, pero su efecto será igual de jodido si la dejamos en las manos equivocadas. Y ya lo estamos haciendo.
Porque los algoritmos no odian a nadie.
Solo replican lo que nosotros odiamos en silencio.

El problema no es la tecnología.
El problema somos nosotros, confiando en que no volveremos a cagarla.

Pero la historia dice otra cosa.
La historia dice que el hombre inventó la bomba.
Y luego inventó Facebook.
Y luego se puso a entrenar una inteligencia artificial con lo que encontró ahí.
Y ahora le pide a esa máquina que piense por él.

El trabajo como residuo

El futuro del trabajo suena emocionante en los informes:

  • Más científicos de datos.

  • Más desarrolladores de IA.

  • Más expertos en sostenibilidad.

Y al mismo tiempo:

  • Menos secretarias.

  • Menos operadores.

  • Menos creativos.

Pero la trampa no está en la desaparición de los empleos. Está en que ya no serás necesario, y encima te dirán que es por tu bien.
El progreso no se detiene, dicen.
Claro.
Tampoco se detiene una estampida.

¿Y entonces?

No, los ratones no construirían una trampa.
Nosotros sí.
Y no solo eso: nos meteríamos dentro, cerraríamos la puerta desde adentro y aplaudiríamos el ingenio.

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