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Roxana Luna y su torre de llantas: protesta sin pueblo en Cholula

Roxana Luna y su torre de llantas: protesta sin pueblo en San Pedro Cholula

Por el mismo de siempre
22 de junio de 2025

Roxana Luna salió a las calles a protestar contra los baches, pero el pueblo no fue con ella. Nadie llevó sus llantas ponchadas como pedía en su convocatoria. No hubo filas de automovilistas indignados ni neumáticos como prueba del mal gobierno. Hubo, en cambio, una torre de llantas viejas traídas por sus colaboradores, compradas en talacherías, con el esfuerzo desesperado de quien quiere armar un escándalo sin eco.

El cielo nublado le hizo segunda al vacío. Lloviznaba. Corría aire. El mal tiempo fue el primer aliado de la indiferencia. El segundo: la desconfianza.


Protesta de familia

Allí estaban los de siempre: su hermana, su hermano, la hija de su vieja aliada, un presidente municipal del PRI, y una ex candidata auxiliar. Todos apellidados Luna, todos hablando entre ellos, todos sacando fotos a su monumento simbólico. No más de una docena de personas, si se cuentan los curiosos.

La idea no era mala. El reclamo tenía sustancia: las calles de Cholula tienen más cráteres que un camino rural o la superficie lunar. Pero la ejecución fue torpe, ensimismada, más forma que fondo. A nadie le gusta marchar con políticos que perdieron la elección, menos si no ha visto que regresen a la calle desde entonces.

En Cholula, la protesta no se prohíbe

El gobierno de Tonantzin Fernández no se inmutó. No hubo policías, ni vallas, ni amenazas. Que hagan su show, parece haber sido la orden. En Cholula, dicen en la alcaldía, se respeta el derecho a protestar. Incluso si se trata de amontonar llantas viejas frente al palacio municipal para tomarse una foto.

Tonantzin no respondió, ni en redes, ni en rueda de prensa. Dejó que la imagen hablara sola: una montaña de hule, mojada por la llovizna, rodeada de militantes sin pueblo.

Una crítica real, un acto hueco

La queja de fondo es legítima. Nadie en su sano juicio defiende los baches. Pero cuando la protesta no convence ni al vecino que se revienta el rin cada semana, algo anda mal. No basta con tener razón: hay que tener credibilidad. Y eso, Roxana Luna no lo llevó consigo.

No hay protesta sin pueblo. Hay performance. Hay nostalgia de poder. Hay vacío.

Por ahora, la torre de llantas seguirá ahí, hasta que alguien la recoja. Quizás con suerte, pase el camión de basura. O quizá se quede como monumento a lo que fue: una protesta de familia en una ciudad que, al parecer, ya no los escucha.

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