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Zacatlán el arte de justificar la corrupción

 

Zacatlán el arte de justificar la corrupción

Otorga gobierno municipal contratos a empresas fantasmas con dinero público

Por Rodolfo Herrera Charolet

Hay municipios que construyen obras; otros, como Zacatlán, se especializan en construir simulaciones. Bajo el mando de José Luis Márquez Martínez (2021–2024), este pintoresco rincón de la Sierra Norte de Puebla se convirtió en el paraíso de las empresas fantasma y el infierno de la rendición de cuentas. Porque aquí no se adjudican contratos: se reparten cheques disfrazados de obras.

Basta rascarle tantito a los expedientes para que el maquillaje del “progreso” empiece a escurrirse como pintura barata bajo la lluvia. Calle pavimentada con millones y sin huella de maquinaria; parques rehabilitados sin una sola cuadrilla trabajando; contratos asignados con una rapidez tan milagrosa que harían palidecer a los santos patrones de la burocracia. La legalidad no importa. El papel lo aguanta todo.

Domicilios fantasmas, obras imaginarias

Ahí está CONINMA, por ejemplo, pavimentando con $5.2 millones desde un domicilio que no existe. O Blokmart, cobrando más de $8 millones sin tener una sola pala a la vista. ¿Y qué decir de JUAZAC? La favorita de la administración, acumulando contratos millonarios sin que nadie la haya visto poner un solo ladrillo. Todas comparten la misma fórmula: una oficina que no existe, un capital social mínimo inflado para los contratos, y un objeto social tan amplio que abarca desde la construcción hasta la comercialización de chocolates... por si hace falta.

Estas empresas no ejecutan obras: ejecutan presupuestos. No construyen calles, construyen facturas. Son parte de una red donde lo único real es el dinero público que desaparece.

La maquinaria invisible del desvío

¿Dónde están las bitácoras de obra? ¿Los reportes de supervisión? ¿Los dictámenes técnicos? En Zacatlán, esos documentos son tan escasos como la ética pública. La ASF debería montar una oficina permanente aquí. El SAT, instalar una delegación exprés. Y el Órgano de Fiscalización del estado, salir del letargo y empezar a denjunciar penalmente el resultado de sus auditorías que se guardan en el silencio.

Los contratos financiados con recursos federales como FISM y FORTAMUN no están pavimentando calles; están pavimentando rutas de desvío. Y lo hacen con la complicidad de funcionarios que adjudican en minutos, sin competencia, sin licitación, sin pruebas. Porque cuando la corrupción se institucionaliza, lo anómalo se vuelve norma.

Empresas sin rostro, personas sin empresa

El caso de las personas físicas contratadas para obras públicas merece capítulo aparte. ¿Cómo explicar que ciudadanos comunes –algunos desde casas cerradas o en otras entidades– reciban millones para mantenimiento de caminos y edificios? Fácil: son el eslabón más desechable de la cadena. Su función es prestar su nombre, emitir una factura, y desaparecer.

Un municipio atrapado en el teatro de la simulación

En Zacatlán no se gobierna: se administra el saqueo. La administración de Márquez Martínez pasará a la historia, no por transformar el municipio, sino por transformarlo en ejemplo de cómo simular legalidad mientras se vacía el erario. ¿Y quién investiga? ¿Quién sanciona? Nadie. Porque este sistema no está roto: fue diseñado para operar así.

La pregunta ya no es si hubo corrupción. Es quiénes se beneficiaron y quiénes lo permitieron. El daño está hecho: calles sin pavimentar, caminos intransitables, servicios fantasmas. Pero el saqueo dejó rastro. Está en los contratos, en los domicilios falsos, en las empresas infladas como globos de feria. Y también en la omisión de quienes debieron fiscalizar y hoy guardan silencio.

Zacatlán, tierra de manzanas y niebla, se ha convertido en laboratorio del fraude institucionalizado. Y mientras no se castiguen estos delitos, la historia se repetirá con nuevos nombres, nuevas empresas, y los mismos métodos.

Que nadie diga después que no se sabía.

¿O no lo cree usted?

 

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