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Nomás le perdimos mil 300 millones de pesos al Tren Turístico de Moreno Valle

 Nomás le perdimos mil 300 millones de pesos al Tren Turístico de Moreno Valle: una estafa más al tigre


Por José Herrera
5 de julio de 2025

PUEBLA, Pue.— Como casi todo en el morenovallismo: costoso, aparatoso, inservible. El Tren Turístico Puebla–Cholula —la postal perfecta del sexenio del exgobernador Rafael Moreno Valle— terminó siendo otra obra faraónica con destino de chatarra, otro trazo en la larga ruta del despilfarro disfrazado de modernidad. La suma del extravío asciende a más de mil 300 millones de pesos, enterrados entre durmientes inútiles, vagones vendidos a descuento y promesas que nunca salieron de la estación.

Inaugurado con bombo, platillo y Peña Nieto en enero de 2017, el tren recorrió durante cinco años apenas 17.4 kilómetros entre el Museo Nacional de los Ferrocarriles y la zona arqueológica de Cholula. A una velocidad promedio de 35 km/h y una capacidad para 282 pasajeros, fue presentado como un impulso al turismo, pero terminó convertido en el ferrocarril de la simulación: un negocio para unos cuantos y una deuda para todos.

El costo original fue de mil 113 millones de pesos, entregados sin licitación a la empresa Impulsora Tlaxcalteca de Industrias S.A. de C.V. (ITISA), una de las favoritas del sexenio. A eso se sumaron 344 millones más en operación entre 2017 y 2021. ¿Y los ingresos? Apenas cuatro millones 933 mil pesos. Una recuperación inferior al 1.5%.

En noviembre de 2021, el entonces gobernador Miguel Barbosa Huerta anunció el cierre definitivo del tren. Dijo que mantenerlo era insostenible: el gobierno subsidiaba mil 500 pesos por cada pasajero. Se barajó la posibilidad de concesionarlo a privados, pero ni los más voraces empresarios quisieron hacerse cargo del cadáver rodante.

Dos años después, en octubre de 2024, el gobierno de Sergio Salomón Céspedes logró vender los vagones a la Secretaría de Marina en 198 millones de pesos, para su uso en el proyecto del Tren Transístmico. Fue el único ingreso relevante del fallido proyecto. Aun así, apenas se recuperó el 13% del gasto total.

El saldo es brutal: 1,457 millones invertidos, 203 millones recuperados, y un boquete de 1,254 millones de pesos. Todo por una obra que operó cinco años y terminó oxidándose en los patios de San Pedro. Una estafa con rieles.

Pero la historia no termina ahí.

El actual gobernador Alejandro Armenta Mier, heredero político del morenovallismo reciclado, ya plantea revivir la infraestructura del tren como parte de un nuevo “sistema ferroviario regional”, con rutas Puebla–Cholula y Cholula–Atlixco. No ha dicho cómo, ni con qué dinero. Pero ya sabemos cómo acaban estos cuentos.

El Tren Turístico Puebla–Cholula no fue un accidente. Fue una operación de imagen construida con sobrecostos, contratos a modo y desdén por la utilidad pública. Como el Museo Barroco, el Teleférico o el Centro Integral de Servicios, fue una obra para la foto, para el bronce. Y como muchas otras, hoy es chatarra presupuestal, memoria del saqueo.

El tren no unió pueblos ni atrajo turistas: unió constructoras con funcionarios y atrajo deuda para los poblanos. Un tren de plástico para un gobierno de cartón.

Otra estafa al tigre. Y el tigre, otra vez, en silencio.

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