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Feminicidio 20: Eufrocina murió a golpes por amor maldito

Feminicidio 20: Eufrocina murió a golpes por amor maldito.

Por JosƩ Herrera / EPRENSA

En Tlacotepec de Benito JuƔrez, la noche del 7 de mayo no trajo descanso ni esperanza. Trajo sangre. Trajo gritos. Trajo muerte. Y la muerte tenƭa nombre: Eufrocina Jara.

Su cuerpo quedó tendido en el suelo de la casa donde alguna vez creyó que viviría tranquila. La mató Elpidio, su esposo. La mató a golpes, con rabia y con una furia que venía fermentÔndose durante años. La mató frente a su hijo. Y no fue rÔpido. No fue limpio. Fue un crimen a puño cerrado. El feminicidio número 20 en Puebla. Uno mÔs en la lista. Uno menos en la vida.

LA CASA, EL INFIERNO

La colonia El GavilĆ”n —nombre profĆ©tico si los hay— fue escenario de un infierno cotidiano. Entre paredes humildes, una familia se rompĆ­a desde adentro. Esa noche, el infierno estalló. Nadie sabe por quĆ© comenzó la pelea, pero todos saben cómo terminó: una mujer muerta, un hijo herido, un hombre esposado.

El joven Elpidio, sí, se llama igual que su padre, intentó hacer lo que pudo: interponerse entre la bestia y su madre. El resultado fue un golpe, otro, y otro mÔs. No sólo contra ella. También contra él. El muchacho quedó grave, entre la vida y la muerte. Por intentar salvar a quien le dio la vida. Por enfrentar al hombre que se la quitó.

POLICƍAS TARDƍOS, JUSTICIA EN PANTALONES FLOJOS

Los vecinos hicieron lo que les tocaba: llamar. Denunciar. Suplicar por ayuda. La policía llegó, como siempre, después del estruendo. Encontraron la escena, recogieron al agresor. Cumplieron su parte del guión. Cinta amarilla. Peritos. Levantamiento del cadÔver. Declaraciones vacías.

Nadie pregunta por quĆ© una mujer sigue viviendo con su agresor. Nadie cuestiona cuĆ”ntas veces Eufrocina denunció —si es que alguna vez se atrevió—. Porque denunciar en Tlacoyalco es como escupir al cielo: sólo termina por caerte encima.

AMOR, MIEDO Y MACHISMO: LA TRINIDAD MALDITA

Elpidio no usó pistola, ni cuchillo, ni hacha. Usó las manos. Como tantos otros. Como tantos mĆ”s. Porque el machismo en Puebla no necesita armas: se basta con puƱos, con gritos, con silencio institucional. Porque en MĆ©xico, un hombre puede matar a su mujer y seguir llamĆ”ndose “esposo” hasta que le cambien el uniforme por un mameluco naranja.

¿QuĆ© pasarĆ” ahora? Una carpeta de investigación, un proceso judicial que nadie seguirĆ”, una madre enterrada sin justicia real. Y un hijo con la vida fracturada para siempre.

LA MUERTE COTIDIANA

El feminicidio de Eufrocina no es noticia. Es rutina. Veinte mujeres asesinadas en lo que va del aƱo. Y apenas es mayo. El Estado mira para otro lado. Las autoridades emiten comunicados que no salvan a nadie. Y las mujeres siguen contando las horas, las peleas, los empujones, las amenazas. Hasta que un dƭa ya no cuentan nada. Porque estƔn muertas.

Y a todos nos duele cinco minutos. Hasta que llega la próxima.


¿Te gustarĆ­a una versión expandida con entrevistas ficticias a vecinos, o una reconstrucción narrativa tipo crónica judicial o novela corta?

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