"Aquí no pasó nada": Crónica de un derrame anunciado en Venustiano Carranza
Por José Herrera
El sábado por la tarde, el cielo sobre Lázaro Cárdenas —una de esas juntas auxiliares que solo existen cuando hay elecciones o desgracias— comenzó a oler distinto. No era lluvia ni campo mojado. Era gasolina. De esa que no se vende en bidones, sino que se respira en el aire hasta doler la cabeza.
A las 4:00 p.m., una nube invisible pero asfixiante cubrió parte de la colonia El Huasteco. En minutos, madres con niños en brazos salieron corriendo, ancianos se cubrieron la boca con trapos húmedos y los perros, siempre más sabios, se escondieron bajo las camas. Los vecinos no preguntaron qué pasaba; ya lo sabían. Otra fuga. Otro ducto herido. Otro sábado cualquiera.
Pero esta vez, dicen los de Pemex, no fue huachicol. Fue el tubo.
Una fisura de tres pulgadas en un poliducto —ni una más, ni una menos— bastó para poner en alerta a medio pueblo, movilizar a Protección Civil, a la Policía Municipal y hasta a la Secretaría de Marina. Más de cien personas evacuadas y una carretera —la México-Tuxpan— cerrada por precaución. Pero no fue delito. No hubo ladrones. Nadie perforó nada. El acero, dicen, se rompió solo.
Y ahí empezó la otra fuga: la de responsabilidades.
Versión oficial: “Todo bajo control”
Petróleos Mexicanos fue rápido para emitir el parte informativo: no hubo toma clandestina. Fue un fallo técnico. Uno más. Se realizaron “maniobras especializadas para limpiar la zona”. Se acordonó el área. Se desviaron los vehículos por rutas alternas. Fin del comunicado.
Lo que no dijeron es que esa “fisura” ya había sido advertida por vecinos semanas atrás. Que el ducto rezumaba en las madrugadas. Que más de uno escuchó burbujas bajo la tierra y que nadie vino a revisar.
Tampoco dijeron que El Huasteco, como otras colonias de Venustiano Carranza, vive sentada sobre un mapa de ductos viejos, parchados y saqueados. Que por más que lo nieguen, este municipio es —y ha sido— epicentro del huachicol desde hace más de una década. Y que no hace falta un perito para sospechar cuando un tubo “revienta” justo a la hora pico.
“Aquí siempre huele a muerte”
“Nos dicen que fue una fisura, pero todos sabemos que aquí la gasolina no se escapa, la sacan”, dice doña Clara, de 63 años, mientras remoja un pañuelo con vinagre para soportar el olor. “Y los de Pemex vienen nomás cuando truena, nunca antes”.
Los niños del barrio juegan a esquivar las cintas amarillas que rodean la zona afectada. Para ellos es otra aventura. Para sus padres, otra pesadilla. No hay clases. No hay venta. No hay paso. Solo una promesa de que “ya se solucionó”.
Pero lo cierto es que nadie vigila el ducto de noche. Nadie revisa las válvulas. Y nadie, absolutamente nadie, ha sido detenido por esta ni por las docenas de fugas que han ocurrido en los últimos años.
“Ya tenemos identificado al sujeto”, dicen siempre. Pero el sujeto nunca aparece.
Crónica del desinterés
En Venustiano Carranza, la impunidad huele a combustible y a burocracia oxidada. La versión oficial, esa que Pemex difunde con precisión milimétrica, habla de fisuras accidentales y de cuerpos de seguridad en control de la situación. Pero los habitantes viven otra historia: la de un municipio abandonado, con ductos que supuran riesgo y autoridades que solo aparecen para tomar fotos.
Porque aquí, donde la muerte llega en forma de fuga y el miedo se mide en litros derramados, lo único constante es la desmemoria.
Y si uno escucha con atención, cuando cae la noche, puede oír al tubo llorar.
0 Comentarios