La viuda invisible
Han pasado más de cinco meses desde que el oficial Juan Carlos N. cayó abatido en cumplimiento de su deber. Cinco meses de luto, silencio institucional y promesas rotas. Cinco meses en los que su esposa, SaraÃ, no ha recibido un solo peso del seguro de vida que el presidente municipal de Coronango, Armando Aguirre Amaro, juró pagar “a la brevedad”. Pero en Coronango, la brevedad tiene los tiempos de la negligencia.
Fue en enero cuando Juan Carlos, asignado a la vigilancia de un inmueble asegurado por la FiscalÃa, fue emboscado por el mismo sujeto que dÃas antes habÃa intentado matar a su pareja. El agresor volvió al lugar y lo encontró solo. El Ayuntamiento lo habÃa dejado ahÃ, sin apoyo, sin condiciones mÃnimas de seguridad, sin descanso, sin siquiera un baño. Solo. Como ahora está su familia.
El presidente Aguirre Amaro, quien gusta de las cámaras y los discursos emotivos en actos oficiales, dijo en abril que el asunto estaba “casi resuelto” y que mantenÃa comunicación directa con la viuda. Pero Saraà desmiente esa narrativa institucional. No hay comunicación, no hay resolución. Lo que sà hay es un expediente empolvado en alguna oficina y una familia sobreviviendo al abandono burocrático.
Juan Carlos dejó tres hijos: un adolescente, un niño y un bebé. Y a una esposa que, en medio del duelo, ha tenido que enfrentarse a la inercia de un gobierno municipal más interesado en justificar su ineptitud que en garantizar justicia. La promesa de indemnización se diluye en trámites sin fin, en excusas que se repiten como letanÃas: “falta documentación”, “no está acreditado el beneficiario”, “el trámite está en curso”. Pero nadie le explica por qué sigue pasando el tiempo sin que ocurra nada.
En diciembre, el Ayuntamiento presumió la contratación de una póliza de seguro de vida para los elementos de seguridad pública. Fue un acto administrativo con fines propagandÃsticos. Pero hoy, cuando el beneficio debe ejercerse, la póliza es poco más que papel mojado. A la viuda no le han dado un centavo. Y mientras las autoridades se escudan en tecnicismos, la orfandad de tres menores sigue creciendo.
La tragedia del oficial Juan Carlos no fue solo su muerte, sino la manera en que su sacrificio fue sepultado por el olvido institucional. Como si su vida no valiera lo que se prometió. Como si el deber cumplido no mereciera ni siquiera la decencia de un trámite ágil.
Saraà no pide favores. Reclama lo que por ley le corresponde. Lo que el propio edil anunció con solemnidad y ahora elude con omisiones. Mientras tanto, el alcalde sigue posando para fotos, entregando apoyos a modo y asistiendo a desayunos de seguridad en los que la simulación es el plato fuerte.
El caso de Juan Carlos desnuda la desprotección en que viven —y mueren— muchos policÃas municipales en Puebla. El uniforme no es garantÃa de nada. Ni siquiera de un funeral con dignidad. Mucho menos de una viudez con justicia.
Porque en Coronango, morir en la raya puede ser motivo de aplausos en redes sociales… pero también de olvido institucional.



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