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Murciélagos en Coxcatlán: guardianes alados de un ecosistema invisible

Murciélagos en Coxcatlán: guardianes alados de un ecosistema invisible

Por José Herrera / Eprensa

San José Tilapa, Coxcatlán.– Cuando cae la noche en las laderas semiáridas de la sierra mazateca, la vida se activa en silencio. No se trata de jaguares, ni de coyotes, ni de reptiles de fábula. Los que despiertan son los murciélagos: discretos, subestimados y, sin embargo, indispensables para sostener la vida vegetal del sur de Puebla.

En este ejido enclavado en la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, se preservan al menos nueve especies distintas de murciélagos, cuyas funciones van desde controlar plagas agrícolas hasta polinizar plantas endémicas. Aunque la cifra es relevante por sí misma, podría ser apenas el inicio: “hay más especies que aún no se han registrado formalmente”, comenta Benito Olaya Rojas, uno de los pocos pobladores que, sin ser biólogo, conoce a estos mamíferos por años de observación empírica.

Polinizadores ocultos

De las 49 especies de murciélagos que habitan la Reserva, las nueve presentes en Tilapa realizan funciones ecológicas que ningún otro animal puede replicar con la misma eficacia. Los insectívoros devoran cada noche miles de polillas, escarabajos y mosquitos; los frugívoros esparcen semillas y regeneran bosques con cada vuelo; y los hematófagos, aunque estigmatizados, mantienen relaciones ecológicas específicas con el ganado y otros animales, sin causar daño masivo.

En un territorio donde la agricultura y el mezcal son la base económica, el papel de los murciélagos se vuelve aún más evidente. “Sin ellos, tendríamos plagas en los cultivos de caña, en los árboles frutales, y muchas plantas dejarían de reproducirse”, resume Olaya Rojas.

Ciencia a pie de monte

Aunque con poca regularidad, investigadores de distintas universidades del país acuden a San José Tilapa para monitorear las poblaciones de murciélagos. Por las noches colocan redes de niebla —delicadas, casi invisibles— para atrapar ejemplares, pesarlos, identificar su sexo, medir sus alas y clasificar su especie.

El trabajo es delicado, paciente. Y a veces, heroico: las cuevas donde habitan los murciélagos suelen estar en parajes de difícil acceso, expuestos a la intemperie y al saqueo. Por eso, la comunidad ha asumido también un rol activo: protege al menos diez cuevas del ejido, limpiándolas de basura y evitando que sean invadidas o selladas por desconocimiento.

Combatir el prejuicio, preservar la vida

“El problema más grande es que la gente les tiene miedo”, dice Olaya. Y no es para menos: en la cultura popular, los murciélagos suelen estar asociados con enfermedades, oscuridad o malas señales. Pero en Tilapa, el discurso está cambiando. Aquí los conocen por su nombre local, por sus hábitos, y por la sombra útil que proyectan cada noche.

No hay en este lugar un parque temático, ni un zoológico, ni un laboratorio de última generación. Solo una comunidad que ha aprendido, con paciencia, que conservar a los murciélagos es conservar su propio equilibrio. Que proteger lo invisible, lo que vuela sin ruido, es proteger el futuro.

Tal vez la pregunta no es cuántas especies viven en Tilapa, sino cuántas más podrían desaparecer si dejamos de mirar al cielo con atención.

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