Por Carlos Charis, pero con voz cruda y sin corbata
Y un día, Lomas de Angelópolis amaneció empapada en su propio espejismo.
Sí, ese fraccionamiento de muros blancos, rejas eléctricas y pasto cortado con bisturí, se convirtió, gracias a la tormenta de esta tarde, en un Disneylandia acuática.
Una Venecia con olor a caño y autos de lujo atrapados como delfines en una pecera mal diseñada.
La lluvia no fue extraordinaria. Lo extraordinario fue el cinismo con el que se sigue vendiendo el “mejor lugar para vivir”.
Una lluvia cualquiera —de esas que duelen más por la humedad que por la fuerza— bastó para colapsar el decorado.
Bulevar Europa, Interamericano, Plaza Aquara... nombres importados con aspiraciones de postal, hoy fueron canales improvisados por la ineptitud humana y el fraude inmobiliario.
Medio metro de agua.
Y eso fue suficiente para poner de rodillas a la joya inmobiliaria de la ciudad.
Gente sacando mochilas de las cajuelas, pisando el agua chocolatosa con cara de incredulidad.
Los estacionamientos inundados, los negocios anegados, los guardias sin saber a quién darle paso.
Y por supuesto, los influencers y aspirantes a influencer grabando la tragedia con su iPhone en modo retrato.
Todo es contenido.
Incluso cuando flotas sobre tus propios errores.
Algunos se lanzaron a pie, el agua les llegaba a las rodillas. Otros prefirieron quedarse dentro de sus autos, rezando para que el seguro sí cubriera estupideces ajenas.
Porque esto no fue un “acto de Dios”, como suelen poner en los contratos.
Esto fue obra del hombre.
Del que aprobó planos sin salidas naturales de agua,
Del que vendió terrenos sabiendo que antes eran barrancas.
Del que puso el drenaje como si fuera un adorno.
Ni del que olvidó el drenaje pluvial.
Ni del gobernante municipal en turno que autorizó la obra.
La Policía ni se asomó. Protección Civil mandó un comunicado diciendo lo obvio: “no crucen zonas inundadas”... faltó "porque se mojan los pies".
Gracias por tanto.
Y mientras tanto, el fraccionamiento estrella se convertía en metáfora:
Una ciudad dentro de otra ciudad, incapaz de enfrentar la realidad que la rodea.
Un oasis de apariencias que se inunda con la primera tormenta decente.
Una Venecia de concreto, sin góndolas pero con "Audi A1" flotando como troncos.
Mañana, los desarrolladores volverán a mostrar renders de sonrisas y parques sin charcos.
Y los compradores seguirán creyendo que el dinero compra seguridad, aunque vivan entre muros que no detienen el agua.
Pero hoy, Lomas se mojó.
Y lo hizo con esa furia silenciosa que tienen las cosas cuando se cansan de fingir.
La Venecia de América no está en Italia.
Está en Cholula.
Y huele a drenaje colapsado o nunca antes construido.
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