Devoción retenida: el padre que no soltó el poder… ni el comitĆ© de fiesta
En San Antonio Texcala, los santos patronos ya no se celebran con incienso y procesiones, sino con retenes civiles, reclamos airados y acusaciones de opacidad. El epicentro del conflicto no es la parroquia, ni el altar, ni el campanario: es el comitĆ© de fiesta patronal, que lleva cuatro aƱos sin moverse un centĆmetro —ni en sus cuentas ni en su conformación—, protegido por la sotana del padre Ramón Medecigo GuzmĆ”n.
Este domingo, el enojo acumulado de los feligreses explotó. Durante una asamblea comunitaria, el sacerdote informó que no habrĆa cambio de comitĆ©, pese a que desde su llegada prometió que el relevo serĆa anual, como mandan los usos y costumbres del pueblo. La respuesta fue inmediata: algunos habitantes le impidieron salir del lugar por varios minutos, lo confrontaron, grabaron videos (que Ć©l pidió no difundir) y le gritaron frases que suelen escucharse mĆ”s en cabildos que en templos:
“No lo queremos ver acĆ”, mejor que no vuelva”.
De la fe al fastidio
La historia no empezó ayer. SegĆŗn los inconformes, el comitĆ© actual fue impuesto por el sacerdote en 2021, y desde entonces ha operado sin rendir cuentas claras. No hay cortes de caja pĆŗblicos, no se entregan comprobantes, y la lista tradicional de cooperantes —ese mural comunitario donde cada peso ofrecido se convierte en nombre visible— ya no aparece en la fachada de la iglesia.
Todo esto, aseguran, rompe con la costumbre local de que el servicio religioso no es sólo espiritual, sino tambiĆ©n social y administrativo. En Texcala, organizar la fiesta patronal es una responsabilidad cĆvica, no un privilegio a perpetuidad.
“El problema no es la fe. El problema es que el padre prometió algo que no cumplió. Y ahora, cuando pedimos cuentas, dice que podemos ‘integrar a mĆ”s personas’, pero sin quitar a nadie”, seƱala una vecina que participó en la protesta.
¿Un comitĆ© eterno?
La figura del comité patronal en comunidades como Texcala es una mezcla de autoridad moral, poder económico y representación social. Coordina colectas, gestiona recursos, administra los gastos de la festividad (misa, cohetones, comida, música, etc.) y recauda dinero que puede superar los 100 mil pesos anuales. En muchos casos, su manejo es autónomo, pero aquà opera bajo el control directo del pÔrroco.
Los feligreses han solicitado reiteradamente el cambio desde hace al menos dos aƱos. Pero cada vez que lo plantean, el sacerdote responde con evasivas: que aĆŗn no es tiempo, que falta consenso, que el comitĆ© actual tiene experiencia. “La fiesta es para Dios, no para el pueblo”, llegó a decir, segĆŗn testimonios.
De la iglesia a la Curia… y mĆ”s allĆ”
Tras el desencuentro del domingo, los habitantes acordaron llevar el conflicto hasta la Curia Diocesana en TehuacÔn, donde despacha el obispo Gonzalo Alonso Calzada Guerrero. SolicitarÔn su intervención directa para destituir al comité y revisar el manejo de recursos. Sospechan que detrÔs de la resistencia al cambio hay beneficios personales o compromisos inconfesables.
“Lo que queremos es que se respete lo que Ć©l mismo prometió: un aƱo por grupo. No estamos pidiendo milagros, solo transparencia”, dicen.
Un sĆntoma parroquial
El caso de Texcala no es aislado. En múltiples comunidades del sur poblano, los comités patronales han pasado de ser estructuras rotativas a microgobiernos inamovibles, muchas veces en complicidad con sacerdotes que administran los fondos como si fueran cajas chicas. En lugar de devoción comunitaria, se instala el cacicazgo religioso.
Y cuando los fieles piden cuentas, las respuestas son eclesiĆ”sticas: “Dios sabe lo que hacemos”. Pero la feligresĆa —mĆ”s acostumbrada a faenas, cargos y tequios— ya no se conforma con el silencio del pĆŗlpito. Quiere saber dónde quedó su dinero, y por quĆ© el poder, aunque sea el de organizar una fiesta, no rota como debe.
El templo como oficina de poder
Lo ocurrido en ZapotitlĆ”n es una advertencia: cuando la fe se mezcla con la administración opaca, lo que se rompe no es la creencia, sino el vĆnculo de confianza entre iglesia y comunidad.
San Antonio de Padua, patrón del pueblo, es tambiĆ©n el santo de las cosas perdidas. En Texcala, lo que se ha extraviado no es una imagen ni una vela… sino la certeza de que la palabra dada por el sacerdote aĆŗn tiene valor.
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