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El policía del presidente:

El policía del presidente: Óscar Vargas, ascenso entre sombras en Coronango

Por José Herrera
Julio 7, 2025

En Coronango, Puebla, la seguridad pública se construye sobre lealtades, no sobre méritos. Y en ese tablero de relaciones, uno de los peones más protegidos —y más cuestionados— se llama Óscar David Vargas Bonilla, un exagente de Tránsito que hoy despacha como comisario de Seguridad Pública y Vialidad Municipal.

Su ascenso tiene menos que ver con su expediente profesional que con su cercanía política. En los hechos, Vargas Bonilla no es un jefe policiaco cualquiera: es el hombre de confianza del alcalde Armando Aguirre Amaro, y como tal, ha sobrevivido a explosiones, señalamientos de abuso sexual, y viejas heridas de bala… todo sin perder el cargo.

Del silbato al mando

La historia de Vargas no empieza en Coronango. Antes de llegar, formaba parte de Tránsito Municipal en San Pedro Cholula, donde en febrero de 2019 protagonizó un episodio que lo marcaría públicamente: durante un operativo, fue herido con arma de fuego por un conductor ebrio que intentó huir. Fue, según los reportes, una muestra de valor y reacción rápida: un disparo a la cabeza que solo dejó lesiones menores.

Ese hecho lo convirtió en símbolo de valentía para algunos… y en carta de presentación ante nuevos jefes.

En octubre de 2024, fue presentado oficialmente como nuevo comisario de Seguridad de Coronango, en un acto encabezado por el propio Armando Aguirre. Se trató de un relevo discreto, tras la salida de Leopoldo Palma, aunque para algunos, la verdadera motivación fue política: Vargas llegaba no como técnico, sino como operador leal.

Desde entonces, su nombre ha sido asociado más a escándalos que a resultados.

Explosivos y acusaciones

En mayo de 2025, dos artefactos explosivos detonaron en el municipio, hiriendo a policías municipales. El incidente sacudió la tranquilidad aparente de Coronango y puso en duda las estrategias de seguridad. Trascendió que Vargas Bonilla había presentado su renuncia tras el hecho, pero ninguna autoridad confirmó oficialmente su salida.

El silencio fue una constante. Igual que en enero de ese mismo año, cuando surgieron acusaciones de presunto abuso sexual en su contra y contra elementos bajo su mando. Las denuncias, aunque anónimas y difundidas desde perfiles falsos según él, generaron presión pública. El alcalde salió a defenderlo personalmente, lo ratificó en el cargo y acusó “campañas negras” sin fundamento jurídico.

Una respuesta que evidenció algo más profundo: en Coronango, el jefe de policía no rinde cuentas ante la ley, sino ante el presidente municipal.

Policía sin transparencia

Pese a su historial controvertido, no existe una evaluación pública del desempeño de Vargas Bonilla, ni un seguimiento institucional sobre las denuncias internas en la corporación. No hay comparecencias ante Cabildo, ni informes abiertos sobre estrategias, ni registro de sanciones administrativas.

Los datos duros de su gestión —delitos, detenciones, quejas por abuso policial— están ausentes del portal de transparencia. Y aun así, sigue al frente de la seguridad de un municipio que enfrenta problemas crecientes: inseguridad, explosiones, robo de hidrocarburos, y una red informal de “patrullajes políticos” en zonas clave.

¿Seguridad o lealtad?

El caso de Óscar Vargas no es único. En muchos municipios del país, las áreas de seguridad son controladas por personas cuya principal virtud no es su formación, sino su obediencia política. Y eso convierte a los cuerpos policiacos en extensiones del poder, no en garantes de legalidad.

En Coronango, eso se vuelve evidente cada vez que hay un escándalo: explota una bomba y el alcalde protege al jefe, surge una denuncia y el presidente sale en su defensa, falla una operación y el gobierno culpa a la oposición o a las redes.

La pregunta no es qué tan capacitado está Vargas Bonilla, sino qué tan dispuesto está el poder local a encubrir cualquier sombra con tal de mantenerlo en su sitio.

Porque mientras los policías heridos guardan silencio, y las víctimas de abusos no encuentran cauce institucional, el comisario sigue patrullando con el respaldo de un solo superior: el alcalde.

Y en un municipio como Coronango, eso basta para no caer… aunque todo alrededor se derrumbe.

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