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60 millones y un mercado fantasma

60 millones y un mercado fantasma: el negocio familiar en Guadalupe Victoria

Por José Herrera
Julio 7, 2025

En el municipio de Guadalupe Victoria, Puebla, el tiempo pasa, el dinero se gasta, y el mercado municipal… sigue siendo un terreno en obra negra. Han transcurrido dos gobiernos municipales, ambos encabezados por el mismo apellido —primero Aurelio Flores Solano, ahora su esposa, María Fernanda Romero— y ni así han podido terminar el que prometieron sería “el centro de abasto más moderno del oriente poblano”.

Lo único moderno, hasta ahora, es la forma en que desaparecen los recursos públicos: según la Auditoría Superior del Estado (ASE), la obra arrastra al menos 21 irregularidades técnicas, financieras y administrativas, y representa un presunto daño patrimonial por 60 millones de pesos.

El mercado no es mercado, ni centro de nada. Es un símbolo del fracaso conyugal convertido en gobierno.

Una obra con fecha… y sin avance

La historia oficial dice que la construcción del mercado comenzó el 13 de marzo de 2023 y debía entregarse el 6 de enero de 2024, con un plazo de 300 días naturales. Sin embargo, según denuncian vecinos y comerciantes desplazados, la obra no alcanza ni el 50% de avance físico. No hay techado completo, ni red eléctrica, ni drenaje visible.

Lo que sí hay son montones de tierra, estructuras oxidadas, bardas a medio colar… y una administración que ya cambió de rostro, pero no de estrategia: entregar documentos sin sustento y justificar lo injustificable.

Licitación con trampa

De acuerdo con el informe de la Cuenta Pública 2023, el gobierno municipal adjudicó la obra por 60 millones 001 mil 281 pesos, una cifra que rebasa por mil pesos el presupuesto autorizado, que era exactamente de 60 millones.

Ese excedente no es un simple redondeo: es una violación directa a la Ley de Obra Pública, pues la licitación debió haberse declarado desierta si ninguna propuesta se ajustaba al presupuesto.

Pero el municipio hizo lo contrario: no solo adjudicó, sino que además pidió por escrito —mediante un oficio sin número— que la empresa “ajustara” su propuesta, dándole ventaja sobre otros participantes y violando el principio de equidad en el concurso.

En otras palabras: torcieron las reglas para que ganara quien ellos querían.

Documentos fantasmas y firmas que no existen

La Auditoría detectó, además, ausencia de dictámenes de impacto ambiental, planos incompletos, memorias de cálculo sin firmas, programas de obra sin responsables técnicos y CFDIs (comprobantes fiscales digitales) carentes de validez legal. La mayoría de los documentos clave carece de firma, folio, nombre o fecha.

Más aún: la supuesta regularización ambiental fue presentada en noviembre de 2024, cuando la obra ya iba tarde por casi un año, y fue rechazada por haber sido ingresada fuera de plazo y sin el resolutivo ambiental correspondiente.

Es decir: construyeron sin autorización ambiental, y cuando intentaron corregir, lo hicieron mal y tarde.

El mercado como herencia política

Aurelio Flores Solano fue el primero en prometer la obra. Pero al dejar la presidencia municipal, la responsabilidad pasó a su esposa, María Fernanda Romero, actual alcaldesa. Juntos, han gobernado Guadalupe Victoria desde 2018 sin interrupción —repartiéndose el poder en lo que parece más una empresa familiar que un gobierno constitucional.

Ni uno ni otro ha logrado concluir el mercado. Pero ambos han firmado, cobrado y supervisado pagos millonarios por una obra que, hasta la fecha, sigue siendo un esqueleto de concreto.

Y mientras tanto, los comerciantes tradicionales siguen trabajando en condiciones precarias, bajo lonas, con servicios improvisados, esperando el famoso “mercado moderno” que cada campaña prometen… y cada administración desaparece.

¿60 millones al viento?

Lo que dice la ASE no deja lugar a duda: hay un presunto daño patrimonial total por los 60 millones de pesos ejercidos. Y como suele ocurrir en Puebla, el dinero público se diluye sin responsables, sin sanciones, sin cárcel, sin vergüenza.

El expediente completo incluye vicios ocultos desde la licitación hasta la ejecución, pasando por contratos a modo, opacidad contable, ausencia de supervisión técnica y uso político del presupuesto.

En resumen: el mercado municipal de Guadalupe Victoria no fue un proyecto social, sino una fachada de concreto para justificar una operación financiera opaca.

¿Y ahora qué?

El caso está en manos de la Auditoría. Pero si el pasado reciente sirve de referencia, es probable que el expediente se “aclare” mediante aclaraciones administrativas, subsanaciones forzadas o carpetazos por omisión de dolo. Porque en Puebla, el verdadero arte no está en construir obras, sino en justificar su fracaso.

Y mientras tanto, el mercado sigue sin abrir. La obra sigue sin terminar. Y el dinero, como siempre, ya no está.


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