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Fianzas vigentes, calles podridas

Fianzas vigentes, calles podridas: la herencia hundida de Adán Domínguez

Por José Herrera
7 de julio de 2025

No ha pasado ni un año desde que fue inaugurada con bombo, drones y corte de listón, pero la llamada “super rotonda” de Avenida Juárez y 19 Sur ya muestra lo que en Puebla empieza a ser una regla de oro: la obra pública no se construye para durar, sino para facturar.

La carpeta asfáltica se desmorona como gelatina con las lluvias, y los adoquines que debían embellecer la zona hoy flotan en charcos de presupuesto. 96 millones de pesos, reconoció el alcalde Pepe Chedraui —no 55, como se dijo al principio—, fue el costo final de la remodelación promovida por el panista Adán Domínguez Sánchez, entonces alcalde sustituto.

Una obra rápida, costosa y mal hecha. En resumen: una obra basura.

Ahora, la administración actual intenta sacar algo útil de entre los escombros: las fianzas de las empresas constructoras, que, para sorpresa de todos, aún están vigentes.

Las promesas se deshacen como el pavimento

Edgar Dávila, subsecretario de Infraestructura Municipal, confirmó que ya se iniciaron recorridos con personal de la Contraloría y representantes de las dos empresas involucradas, cuyos nombres —hasta ahora— el Ayuntamiento ha decidido mantener en reserva. La prioridad, dicen, es saber qué hizo cada una para determinar quién debe pagar la cuenta del deterioro.

Una pista sí se ofreció: una empresa tuvo a su cargo el tramo entre la 13 Sur y Teziutlán; la otra, de la 13 Sur a Boulevard Atlixco. Entre ambas se reparten no sólo los kilómetros asfaltados, sino también los baches, los desniveles, los hundimientos y la vergüenza pública.

Y es que no se trata de un simple deterioro: la obra colapsó en menos de doce meses, a pesar de las condiciones climáticas previsibles, del flujo vehicular moderado y de haber sido presentada como una “rehabilitación integral”.

¿A quién se le cobra el desastre?

La Contraloría y el área de infraestructura ahora están en la fase de evaluación técnica para activar las fianzas, mecanismos contractuales que sirven como garantía cuando una empresa incumple con la calidad de una obra. Las dos fianzas están vigentes, dijo Dávila, y pueden cobrarse legalmente si se comprueba la mala ejecución.

Pero aquí entra el otro problema: ¿quién se atreve a sancionar una obra avalada por la administración anterior? ¿Quién revisará de verdad los expedientes, las pruebas, las bitácoras, los oficios? Porque lo que está en juego no es sólo un tramo de pavimento, sino una red de complicidades políticas y administrativas que permitió la adjudicación y ejecución de la obra sin supervisión efectiva.

El dinero ya se fue. Lo que queda es el barro

En plena avenida Juárez, donde alguna vez se colocaron jardineras nuevas y postes modernistas, hoy hay señalamientos naranjas y cinta de advertencia. Las zonas dañadas han sido "resguardadas", pero nadie responde por el daño a largo plazo, ni por los 96 millones mal invertidos.

El Ayuntamiento de Chedraui insiste en que se “atenderá lo más rápido posible”. Las empresas, dicen, ya acudieron al llamado. La esperanza está en que alguna pague, o repare, o por lo menos finja hacerlo mientras llega otra lluvia y se repite el ciclo.

Lo que no dicen es quién autorizó los pagos completos. ¿Por qué se firmaron finiquitos? ¿Dónde están los supervisores de obra, los directores responsables, los oficios de entrega–recepción?

Porque una obra no se hunde sola. Se hunde cuando alguien la aprueba sin revisarla, cuando el contratista cobra sin cumplir, y cuando la autoridad firma sin preguntar.

La herencia maldita del panismo capitalino

Adán Domínguez, el panista que sustituyó a Eduardo Rivera en la alcaldía de Puebla, no ha dado declaraciones. Su “legado” son calles que se hunden, banquetas mal niveladas y una rotonda que se deshace con cada tormenta. Mientras tanto, se promueve como “gestor técnico” y aspira a seguir en la política.

Es el síntoma de un sistema donde nadie rinde cuentas aunque la obra se caiga a pedazos. Donde las constructoras rotan pero las fórmulas de corrupción se reciclan, y donde las fianzas son lo único que queda cuando el dinero ya se desapareció y el pavimento también.

En Puebla, el drenaje colapsa, el concreto se agrieta, las obras se pudren… y nadie toca el fondo. Porque el fondo, parece, ya lo firmaron con anticipación.

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