Ni el puente se salva: Coronango bajo el agua con Armando Aguirre
A Coronango lo arrastra el agua y a su presidente municipal lo protege el silencio.
Una vez más —como cada temporada de lluvias— el municipio amaneció empapado, sus calles convertidas en canales grises, y los pasos a desnivel del Periférico Ecológico y la autopista México-Puebla anegados hasta el hartazgo. Esta vez fue una granizada, mañana será otra tormenta. Lo que no cambia es el mismo protagonista ausente: Armando Filemón Aguirre Amaro, alcalde que gobierna como si lloviera en otro municipio.
Ni el puente se salva. Literalmente.
Un municipio sin drenaje ni memoria
La tarde del domingo 6 de julio, los vecinos de San Francisco Ocotlán y la cabecera municipal no necesitaron ver el cielo para saber lo que venÃa: apenas cayeron los primeros hielos, comenzaron a levantar muebles, sacar escobas, improvisar diques con costales viejos. En Coronango, el clima no es tan impredecible como la negligencia.
El agua volvió a entrar a casas, negocios, parcelas. En las zonas bajas —particularmente en los accesos subterráneos de la México-Puebla— el nivel subió lo suficiente como para ahogar motores y recuerdos. Automovilistas varados, campesinos resignados, colonos organizados por sà mismos para destapar coladeras… mientras el gobierno municipal brillaba por su ausencia, como siempre que el agua lo pone a prueba.
Desde hace años, el sistema de drenaje de Coronango da muestras de colapso, pero ni una sola obra relevante se ha ejecutado para resolver el problema. Tampoco campañas de limpieza ni estrategias de prevención. Para el alcalde Aguirre, la lluvia es un fenómeno natural inevitable; para los ciudadanos, es una tragedia evitable por un gobierno que no hace su trabajo.
Armando Aguirre: el presidente que no está
Armando Aguirre Amaro llegó al poder con promesas de transformación. Hoy, transformó las calles en canales, los pasos vehiculares en trampas y las promesas en escombro mojado. Su gestión se distingue por la inacción sistemática: no hay obras hidráulicas nuevas, no hay mantenimiento periódico, no hay campañas comunitarias y, sobre todo, no hay respuesta inmediata cuando el agua lo exige.
En redes sociales, vecinos han documentado las inundaciones año con año. Pero mientras los videos de calles sumergidas se hacen virales, el presidente se mantiene seco, resguardado entre comunicados vagos y excusas previsibles. Según él, es culpa del clima, del gobierno estatal, de la basura, del karma.
Pero la omisión también es una forma de gobernar.
Terrenos anegados, cosechas perdidas
La lluvia no solo inunda calles. También destruye la economÃa de base. En las zonas agrÃcolas de Coronango, los cultivos en desarrollo fueron dañados por el hielo. MaÃz, alfalfa, hortalizas: toda una franja productiva afectada por la falta de canalización y protección básica. Mientras tanto, el Ayuntamiento no ha emitido ni un censo de afectaciones ni un plan de apoyo.
Las casas, por su parte, volvieron a recibir agua en patios, salas y recámaras. Y los colonos, como ya es costumbre, optaron por barrer sus propias calles, abrir coladeras tapadas y desviar la corriente con herramientas improvisadas. El municipio no llegó. Y si llegó, fue cuando ya no hacÃa falta.
Un patrón repetido
Lo más grave no es el agua. Es la repetición.
Cada año, cada temporada, los mismos puntos crÃticos, los mismos daños, la misma omisión. Y el gobierno de Aguirre Amaro parece funcionar bajo una lógica perversa: mientras no haya muertos, todo está bajo control.
La ineficiencia se volvió costumbre. Las inundaciones, paisaje. Y la ciudadanÃa, rehén de un gobierno que no actúa, que no planifica, que no da la cara. El drenaje colapsa porque nadie lo mantiene, la basura se acumula porque nadie la recoge y las calles se inundan porque el municipio decidió no intervenir.
En Coronango, llueve sobre mojado, y la administración también.
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