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"Soy totalmente Nay"

"Soy totalmente Nay": la diputada que estudia en la Anáhuac y no usa hospitales públicos porque no quiere quitarle el lugar a nadie

Por José Herrera
3 de julio de 2025

Nay Salvatori no va al IMSS, ni al ISSSTEP, ni manda a sus hijos a escuelas públicas. Tiene seguro de gastos médicos, estudia en la Universidad Anáhuac y paga sus propias cuentas. Y no es por soberbia —aclara—, sino por decencia.

No quiero quitarle el lugar a quien sí lo necesita”, dice Nay, en tono maternal, como quien explica algo obvio a un niño que aún no comprende los engranes del privilegio.

Desde su curul, la diputada local se desmarca de la “raza de bronce” que hace fila desde las cinco de la mañana para una consulta, y prefiere mantenerse en el margen cómodo del sistema. Dice que sería “injusto” ocupar recursos públicos si tiene con qué pagar los privados. Que prefiere ir a los hospitales no como paciente, sino “a trabajar”, a ver “el tema de los insumos”, como quien entra a un quirófano con una libreta Moleskine y no con dolor de muelas.

Yo estoy viendo la tempestad y no me hinco”, dijo, echando mano de esa sabiduría popular que suena más a excusa de político que a acto de conciencia.

Pero Nay no es como los demás. Nay es Nay. Se toma fotos en sus redes en eventos del Congreso, gestiona desde su canal “personal” de comunicación con el sector salud, y asegura que la gente la busca “por inbox” para pedirle ayuda. “Conozco muy bien los hospitales, me la paso ahí”, dice, sin ironía. Aunque no como usuaria, claro, sino como influencer legislativa.

Estudia una maestría privada porque “le parece injusto ocupar un espacio que puede aprovechar alguien con menos oportunidades”. Una lógica tan impecable que podríamos aplicarla al Congreso: si hay alguien que realmente necesita esa curul más que ella, tal vez también sería justo cederla, ¿no?

No lo dijo, pero lo insinúa: que el pueblo jodido tenga acceso a las instituciones públicas, los influencers legislativos seguirán viviendo con sus privilegios —por ética, por conciencia de clase, o simplemente porque pueden.

Al final, Nay se presenta como la excepción virtuosa: la política con empatía, la ciudadana modelo que paga su salud, su educación y, por lo visto, también su narrativa. Una historia digna de Instagram: entre el cinismo estructural y el altruismo con peinado de salón.

Y así, mientras miles de poblanos siguen muriendo esperando una cama, Nay se indigna... pero desde su coche. Y claro, siempre con la mejor intención.

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