Respuesta crÃtica: meritocracia sin contexto es privilegio disfrazado
La opinión presentada recurre a una defensa emocional de la meritocracia, pero lo hace con una carga ideológica que desestima realidades sociales profundas. A continuación, desgloso los principales puntos que deben ser cuestionados, matizados o desmentidos:
1. La igualdad no niega la diferencia: busca justicia en las condiciones
“Tenemos que partir de la realidad de que nadie es igual a otro...”
Es cierto que no todos tenemos las mismas capacidades, pero esa obviedad no justifica desigualdades estructurales. El principio de igualdad que promueve el Estado no es la igualdad de talentos o resultados, sino de condiciones mÃnimas para competir justamente. La crÃtica omite deliberadamente que nacer con acceso a salud, educación, vivienda, alimentación y redes familiares funcionales ya representa una ventaja competitiva estructural que muchos no tienen.
2. La “tómbola” no es azar: es intento de democratización
“Las oportunidades no deben estar sujetas a tómbolas…”
La crÃtica a los mecanismos de selección como sorteos o cuotas refleja una incomprensión deliberada o interesada de su función: no sustituyen al mérito, sino que intentan romper redes de privilegio, nepotismo o exclusión sistemática que han impedido a miles acceder a oportunidades aunque tengan talento.
Los sorteos en Morena, por ejemplo, han sido una forma de evitar que las candidaturas se asignen por dedazo, corrupción o tráfico de influencias. ¿Es el método perfecto? No. ¿Es menos corrupto que el reparto entre cúpulas de poder? Probablemente sÃ.
3. La selección natural no es modelo social deseable
“La naturaleza puede ser cruel, pero va seleccionando a los más fuertes...”
Comparar el sistema polÃtico o educativo con la selección natural es una falacia darwinista mal aplicada. La naturaleza no tiene ética, no reconoce derechos, no busca inclusión ni equidad. Los sistemas humanos sà deben hacerlo: civilización es justamente lo que nos permite superar la ley del más fuerte.
Aceptar como “natural” que solo unos pocos triunfen y los demás no tengan oportunidades es una defensa velada de los privilegios, no de la excelencia.
4. La meritocracia no es neutral: está condicionada por el punto de partida
“Los puestos se ganan con esfuerzo, estudio, disciplina…”
Ese ideal solo es justo si todos tuvieran las mismas condiciones para competir. Pero en México, y en gran parte del mundo, el origen social sigue siendo el principal predictor del destino. Decirle a alguien que “no se esfuerza” cuando vive en pobreza extrema, sin acceso a educación de calidad, con violencia estructural y discriminación, es no solo cruel, sino profundamente ignorante.
Además, muchas veces el mérito no se mide por excelencia real, sino por credenciales formales, relaciones familiares, apariencia o lealtades polÃticas. La historia polÃtica de México está llena de tecnócratas “preparados” que arruinaron instituciones, y de lÃderes populares que hicieron reformas estructurales sin doctorados en Harvard.
5. ¿Se promueve realmente la mediocridad?
“La gente preparada tendrá que enfrentarse a polÃticas donde su esfuerzo no vale…”
Este argumento es emocionalmente potente pero carece de evidencia sólida. La existencia de programas sociales, becas, cuotas o selección aleatoria no elimina la necesidad del esfuerzo, sino que amplÃa las bases desde las cuales ese esfuerzo puede fructificar.
Ningún joven deja de estudiar porque existe una beca para quien menos tiene. Lo que desincentiva el esfuerzo es la certeza de que el sistema está amañado, que los puestos se asignan por apellido, color de piel o amigos en el gobierno.
6. Sobre educación y justicia: ¿quién define el “mérito”?
“Un sistema educativo que no permite reprobar…”
Este es un argumento repetido, pero engañoso. Las polÃticas de no-reprobación no buscan premiar la flojera, sino entender que el aprendizaje no es lineal y que reprobar muchas veces no corrige el problema, solo lo sanciona.
Y en el ámbito de la justicia, decir que los jueces de hoy solo ganaron por suerte es una descalificación temeraria sin pruebas. Si hay casos de nepotismo, deben documentarse y denunciarse. Pero asumir que todo el sistema es mediocre solo porque no obedece a los criterios de élite tradicionales es profundamente autoritario.
Conclusión: no es mediocridad, es inclusión
La opinión original romantiza una meritocracia idealizada y omite deliberadamente los factores sociales que impiden competir con justicia. Los mecanismos que hoy buscan abrir el juego polÃtico, educativo y social no son el problema: son parte de la solución a siglos de exclusión, clasismo y desigualdad.
Decir que los pobres no merecen becas, que los sistemas de sorteo destruyen el mérito y que las nuevas generaciones son perezosas es más una expresión de miedo al cambio que una defensa real del esfuerzo.
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