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Meritocracia sin contexto es privilegio disfrazado

Respuesta crítica: meritocracia sin contexto es privilegio disfrazado

Al artículo "La enfermedad de la mediocridad" del 

Dr. Francisco Moreno S. (Paco Moreno) en Reforma.

Resumen de contenido respetando los derechos autorales 
Aquí tienes un **resumen objetivo y claro** del texto firmado por @DrPacoMoreno1:


El autor, médico de profesión, reflexiona sobre su experiencia personal en un sistema educativo y profesional regido por la **competencia, el mérito y la disciplina**. Desde su infancia, aprendió que los logros deben ganarse con esfuerzo, lo que se reforzó durante su formación médica, donde avanzar dependía de exámenes exigentes y preparación rigurosa.

Critica duramente las políticas del actual Gobierno de la Transformación, al que acusa de **promover la mediocridad bajo el discurso de igualdad**, eliminando los incentivos al esfuerzo mediante mecanismos como las "tómbolas" para asignar cargos. Sostiene que esto desincentiva la excelencia, afecta negativamente a quienes se preparan y **envía un mensaje nocivo a las nuevas generaciones**, al premiar la comodidad sobre el sacrificio.

Advierte que esta “enfermedad de la mediocridad” se está extendiendo como humedad en la estructura del país, y que solo podrá detenerse si se cuestiona el sistema que la promueve. Según su visión, quienes defienden estas políticas están ya afectados por esa misma lógica mediocre.

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La opinión presentada recurre a una defensa emocional de la meritocracia, pero lo hace con una carga ideológica que desestima realidades sociales profundas. A continuación, desgloso los principales puntos que deben ser cuestionados, matizados o desmentidos:

1. La igualdad no niega la diferencia: busca justicia en las condiciones

“Tenemos que partir de la realidad de que nadie es igual a otro...”

Es cierto que no todos tenemos las mismas capacidades, pero esa obviedad no justifica desigualdades estructurales. El principio de igualdad que promueve el Estado no es la igualdad de talentos o resultados, sino de condiciones mínimas para competir justamente. La crítica omite deliberadamente que nacer con acceso a salud, educación, vivienda, alimentación y redes familiares funcionales ya representa una ventaja competitiva estructural que muchos no tienen.

2. La “tómbola” no es azar: es intento de democratización

“Las oportunidades no deben estar sujetas a tómbolas…”

La crítica a los mecanismos de selección como sorteos o cuotas refleja una incomprensión deliberada o interesada de su función: no sustituyen al mérito, sino que intentan romper redes de privilegio, nepotismo o exclusión sistemática que han impedido a miles acceder a oportunidades aunque tengan talento.

Los sorteos en Morena, por ejemplo, han sido una forma de evitar que las candidaturas se asignen por dedazo, corrupción o tráfico de influencias. ¿Es el método perfecto? No. ¿Es menos corrupto que el reparto entre cúpulas de poder? Probablemente sí.

3. La selección natural no es modelo social deseable

“La naturaleza puede ser cruel, pero va seleccionando a los más fuertes...”

Comparar el sistema político o educativo con la selección natural es una falacia darwinista mal aplicada. La naturaleza no tiene ética, no reconoce derechos, no busca inclusión ni equidad. Los sistemas humanos sí deben hacerlo: civilización es justamente lo que nos permite superar la ley del más fuerte.

Aceptar como “natural” que solo unos pocos triunfen y los demás no tengan oportunidades es una defensa velada de los privilegios, no de la excelencia.

4. La meritocracia no es neutral: está condicionada por el punto de partida

“Los puestos se ganan con esfuerzo, estudio, disciplina…”

Ese ideal solo es justo si todos tuvieran las mismas condiciones para competir. Pero en México, y en gran parte del mundo, el origen social sigue siendo el principal predictor del destino. Decirle a alguien que “no se esfuerza” cuando vive en pobreza extrema, sin acceso a educación de calidad, con violencia estructural y discriminación, es no solo cruel, sino profundamente ignorante.

Además, muchas veces el mérito no se mide por excelencia real, sino por credenciales formales, relaciones familiares, apariencia o lealtades políticas. La historia política de México está llena de tecnócratas “preparados” que arruinaron instituciones, y de líderes populares que hicieron reformas estructurales sin doctorados en Harvard.

5. ¿Se promueve realmente la mediocridad?

“La gente preparada tendrá que enfrentarse a políticas donde su esfuerzo no vale…”

Este argumento es emocionalmente potente pero carece de evidencia sólida. La existencia de programas sociales, becas, cuotas o selección aleatoria no elimina la necesidad del esfuerzo, sino que amplía las bases desde las cuales ese esfuerzo puede fructificar.

Ningún joven deja de estudiar porque existe una beca para quien menos tiene. Lo que desincentiva el esfuerzo es la certeza de que el sistema está amañado, que los puestos se asignan por apellido, color de piel o amigos en el gobierno.

6. Sobre educación y justicia: ¿quién define el “mérito”?

“Un sistema educativo que no permite reprobar…”

Este es un argumento repetido, pero engañoso. Las políticas de no-reprobación no buscan premiar la flojera, sino entender que el aprendizaje no es lineal y que reprobar muchas veces no corrige el problema, solo lo sanciona.

Y en el ámbito de la justicia, decir que los jueces de hoy solo ganaron por suerte es una descalificación temeraria sin pruebas. Si hay casos de nepotismo, deben documentarse y denunciarse. Pero asumir que todo el sistema es mediocre solo porque no obedece a los criterios de élite tradicionales es profundamente autoritario.

Conclusión: no es mediocridad, es inclusión

La opinión original romantiza una meritocracia idealizada y omite deliberadamente los factores sociales que impiden competir con justicia. Los mecanismos que hoy buscan abrir el juego político, educativo y social no son el problema: son parte de la solución a siglos de exclusión, clasismo y desigualdad.

Decir que los pobres no merecen becas, que los sistemas de sorteo destruyen el mérito y que las nuevas generaciones son perezosas es más una expresión de miedo al cambio que una defensa real del esfuerzo.

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