Fraudes famosos


Defraudadores Argentinos

1940 | Ciudad de México.- La casona todo un palacio o al menos con demostración de derroche de riqueza, ubicada en alguna de las mejores colonias de la Ciudad de México. A la puerta un sirviente elegantemente ataviado. Previa a esa cita un corredor con facilidad de palabra había realizado la invitación y con aparente franqueza para tratar un asunto de negocios.
Se decía que “El Doctor” era amigo de un presidente sudamericano, que deseaba hacer negocios y grandes inversiones en México,
teniendo la necesidad de comprar de todo; casas, comercios, empresas, fábricas.
Primera Cita:
Tras el enganche se realizaba el tratamiento de sensibilización sobre lo atractivo de vender sus bienes aprovechando el derroche de los representantes y del presidente que no se fijaba en asuntos de dinero, porque su interés era gastarlo.
Segunda Cita:
En una segunda entrevista, entre copas de fino coñac o ajenjo, el “cliente” era convencido de vender, ante la fabulosa ocasión de un buen negocio. Si pedía cien mil, el representante pedía que lo vendiera en 150 mil, a cambio de una comisión del diez porciento. Cantidad razonable y acostumbrada. El cliente por ese “favor” ganaba más del cuarenta por ciento de sus expectativas, convencido de que estaba haciendo un gran negocio.
Tercera Cita:
La reunión se realizaba con el secretario del millonario presidente, cuyo nombre se mantenía en anonimato “por razones de seguridad”. El secretario se presentaba ante el cliente ataviado de excesivo lujo y trajes de las más finas marcas. El asunto y trato era tratado con suma delicadeza y habilidad. La cuantía de las operaciones y el tipo de “clientes” con los que trataban no merecían que fuera de otro modo, comentaba el secretario en forma discreta y casi en secreto al oído del “cliente”. El trato quedaba pendiente, bajo palabra de honor. Una situación que al “cliente” se le presentaba sencilla y ventajosa, creyendo que en esa operación financiera en verdad “estaba robando a esos extranjeros extravagantes.
Mientras el “cliente” era abordado por el millonario representante, dentro de la majestuosa residencia con derroche de lujo, la caja fuerte permanecía abierta aparentando estar repleta de fajos de billetes, en su mayoría dólares americanos. En ese momento el millonario representante invitaba al cliente a una jugada de naipes, a lo cual, el cliente no podía negarse. Mientras el juego se desarrollaba, se servían las bebidas finas y viandas; desde luego que en la reunión una hermosa mujer, atendía al cliente prodigando amabilidades. En esa partida el millonario representante perdía de 10 a 15 mil pesos y el cliente se retiraba satisfecho y feliz de la torpeza de los argentinos, dándole total confianza de que estaba tratando con personas inexpertas y en verdad poseedoras de una solvente riqueza.
Cuarta Cita:
El “cliente” alentado por la codicia aceptaba la jugada de cartas, ganaba una o dos partidas, pero a partir de la tercera su suerte cambiaba y no solo perdía todo lo que llevaba de efectivo, sino que empezaba la puja por vales, títulos de crédito u otros medios de pago, hasta quedar totalmente en bancarrota.
La banda de los argentinos tenía una vida azarosa sumergida en continuos escándalos  y su centro de operación se ubicaba desde la cantina “Don Key”, enclavada en uno de los callejones del México viejo. Desde ese lugar, la banda planeaba sus negocios y a ese lugar regresaban tras cada estafa.
La banda de estafadores que se amparó por los sobornos a los mandos policíacos y la vergüenza de la que podían ser objeto los “clientes” prosperó a finales de los años 30´s en la Ciudad de México y en el interior de la república en los primeros años de los 40´s. Denominada la “banda de los argentinos” fue encabezada por José Bernal alias “El Doctor” de origen argentino, un hombre extremadamente culto y de apariencia elegante con trato refinado. Violeta una hermosa mujer que además de ser su cómplice era su amante. El “Pibe” un joven argentino y primer ayudante de “El doctor”. Auxiliares dos hombres, ambos llamados “Raúl”, uno de origen mexicano y el otro español.
Tras varios años de enganchar y desplumar incautos, fueron aprehendidos y trasladados a Lecumberri, en donde únicamente purgaron un año de su condena, gracias a que escaparon del lugar.
El 15 de enero de 1940, recién salidos de Lecumberri, “El Doctor” y otro individuo de nombre Luis Martínez Bernal, se enfrentaron a balazos tras una fallida partida de naipes, dentro de la casona ubicada en la calle Nayarit número 80, quedaron los cadáveres de ambos.
Con la muerte de José Bernal alias “El Doctor”, el resto de la banda mudó sus operaciones hacia ciudades del interior de la república, en donde utilizando el método conocido, continuaron sus estafas, además de iniciar el negocio de falsificación de papel moneda.
En febrero de 1941, se difundió la noticia sobre el secuestro y extradición de uno de los miembros de la banda, el señor Juan Barrera, capturado ilegalmente por los ex agentes José Clavé y Enrique Lemus Ugalde, coludidos con Heriberto Conrado Neile, un agente de los Servicios Secretos de la Secretaría de Gobernación que provocó la movilización de la Procuraduría y de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
El señor Barrera fue detenido por Clavé y Lemus para después trasladarlo ante Conrado Neile hasta la frontera, en donde fue entregado a las autoridades norteamericanas. Conrado lo obligó a cambiar su nombre por el de Manuel Gómez y fue llevado a la cárcel número uno de San Francisco California, lugar en donde se le instruyó jurado por el delito de estafa a un sacerdote norteamericano. Durante el juicio se presentó Conrado Neile como testigo y el señor Barrera con el nombre de Manuel Gómez fue condenado a 15 años de prisión y una multa de dos mil dólares, mientras que Conrado recibió un soborno de las autoridades norteamericanas por la entrega ilegal de Barrera. La policía únicamente apresó a Lemus.
Los familiares de Barrera apelaron a la violación de las garantías individuales de la que fue objeto y pretendieron mediáticamente y diplomáticamente presionar al gobierno mexicano para que el delincuente fuera regresado, sin no fructificaron sus gestiones.
El 27 de septiembre de 1943, Carlos Aguirre González o Carlos Segundo Aguirre, quien sustituyó en el mando a “El Doctor”, fue aprehendido y condenado a siete años de prisión, por los delitos de asociación delictuosa, juegos prohibidos y tentativa de fraude, en contra del rico coleccionista y filántropo don Antonio Hahembeck de la Lama. Aguirre nombró como su defensor al licenciado Antonio P. Moreno.

Notas:
01.- Información publicada en diario La Prensa, de fecha 16 y 18 de enero de 1940; 5 y 8 de febrero de 1940; 27 de septiembre de 1943.
Personaje relevante:
01.- Don Antonio Haghenbeck y de la Lama fue un hombre que dedicó gran parte de su vida tanto a la filantropía como al coleccionismo; al final de sus días, en un acto de gran generosidad, instituyó dos fundaciones a las que legó todos sus bienes para que se continuara su labor altruista: una, la Fundación Antonio Haghenbeck y de la Lama, I.A.P., albacea y heredera universal de su fortuna, destinada a la protección de los ancianos y la conservación de la fauna silvestre y doméstica de nuestro país; otra, la Fundación Cultural Antonio Haghenbeck y de la Lama, I.A.P., que creó con el objetivo de establecer tres Museos en los inmuebles que habitó en vida –la Casa de la Bola, la Hacienda de Santa Mónica y la Hacienda de San Cristóbal Polaxtla-, joyas arquitectónicas coloniales rodeadas de jardín y decoradas en sus interiores por Don Antonio de acuerdo al estilo ecléctico europeo del siglo XIX.
Sitio referido:
01.- Lecumberri.- El Palacio de Lecumberri se encuentra ubicado al noreste de la Ciudad de México, en la Delegación Venustiano Carranza. El edificio fue originalmente construido como penitenciaria y se convirtió en la sede del Archivo General de la Nación.
Conocido popularmente como El Palacio Negro de Lecumberri, se inauguró el 29 de septiembre de 1900 por Porfirio Díaz, sirvió como penitenciaría desde ese año hasta 1976. Su construcción surgió como consecuencia de la Reforma al Código Penal de 1871, mismo al que se anexó un proyecto arquitectónico para la creación de una Penitenciaría; dicho proyecto fue elaborado por el Ingeniero Antonio Torres Torija y la construcción corrió por parte del Ingeniero M. Quintana; siendo su primer director el prestigioso jurista Miguel Macedo. Se inició su construcción el 9 de mayo de 1885 y se inauguró el día 29 de septiembre de 1900 por el entonces presidente de la república, General Porfirio Díaz. El edificio responde al denominado modelo panóptico (tipología de establecimientos penitenciarios propia del siglo XIX), con una rotonda o cuerpo central poligonal destinado al cuerpo de vigilancia de la penitenciaría, y radial, mediante galerías de forma estrellada que convergen en el espacio central, en el cual se erigía una torre de 35 metros de altura destinada para la vigilancia de todo el penal.
Originalmente planeado para albergar una población de 800 varones, 180 mujeres y 400 menores de 18 años. Contaba con 804 celdas, talleres, enfermería, cocina y panadería. Tenía un área de Gobierno, sección de Servicio médico y Salas de Espera. Las crujías tenían celdas para un solo preso con cama y servicio de sanitario. En cada crujía existía una celda de castigo con puertas sólidas que tenían una mirilla. Se regía por un Consejo de Dirección que hacía las veces de Jefe Inmediato de todas las áreas. En 1908 se dio autorización para ampliar la construcción en donde originalmente tenía una capacidad para 996 internos y en el año de 1971 tuvo una población aproximada de 3800 internos.