Feminicidio 20: Eufrocina murió a golpes. La mató Elpidio, su esposo. Su hijo está entre la vida y la furia
Por Carlos Chari y José Herrera
Eprensa / 9 de mayo de 2025
El nombre era Eufrocina Jara. Tenía un marido. Tenía un hijo. Tenía una casa en Tlacotepec de Benito Juárez. Y ahora tiene una lápida.
A las 7 de la noche del 7 de mayo, Elpidio N., su esposo, la golpeó hasta matarla. A puño limpio. Con furia primitiva. Con la rabia que solo da el miedo de perder el control sobre lo que un hombre cree que le pertenece.
Elpidio (el otro, el hijo) intentó salvar a su madre, pero recibió los golpes que no eran suyos. Los puñetazos destinados a silenciar a la mujer que lo parió le partieron el cuerpo al hijo que la defendía. Hoy está grave. Entre tubos, en algún hospital donde nadie puede dormir sin temer que llegue el próximo muerto.
Vecinos de la colonia El Gavilán —en la junta auxiliar de San Marcos Tlacoyalco— oyeron los gritos, los golpes, el silencio posterior. Y entonces llamaron a la policía, como quien tira una piedra a la noche para espantar a las ratas. Pero ya era tarde. Cuando los paramédicos llegaron, Eufrocina era un cadáver tibio. Una más. La número 20 en las listas de feminicidios de este maldito 2025.
¿El motivo? Nadie lo sabe. ¿La causa? ¿Una discusión? ¿Celos? ¿Alcohol? ¿Una olla fuera de lugar? La causa es la costumbre. La cultura del golpe. El machismo heredado. El silencio institucional. Esa es la causa.
Elpidio padre fue detenido de inmediato. Lo arrestaron como se arranca una cucaracha de la pared. Lo esposaron y lo subieron a una patrulla con la misma eficiencia con la que lo hubieran dejado libre en otro municipio, en otro año, en otra escena repetida. Ahora hay una carpeta de investigación. Un papel más que no evitará el feminicidio 21.
La casa fue acordonada. La escena asegurada. Los flashes de las cámaras alumbraron la sangre seca, las huellas del cuerpo ya frío, la angustia de los vecinos que siempre saben más pero dicen menos. Porque en México todos lo sabían. Todos lo saben. Pero nadie actúa hasta que la mujer está muerta.
Y aquí estamos otra vez.
Contando.
Sumando.
Esperando el próximo nombre.
El próximo feminicida.
El próximo hijo herido por amor.
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