Cabeza logo

header ads

Cereso de Huejotzingo: la cárcel donde mandaban el amor, la droga y el Wi-Fi

Cereso de Huejotzingo: la cárcel donde mandaban el amor, la droga y el Wi-Fi

Por Carlos Charis y José Herrera



Eprensa – 9 de mayo de 2025

El Cereso de Huejotzingo olía a encierro, pero también a negocios sucios, favores conyugales y corrupción de patio trasero. Bajo la administración pasada, la cárcel no era solo un centro penitenciario: era un supermercado sin tickets y un motel con clave moral invertida. El director tenía a su esposa al mando del área de Psicología, pero no para rehabilitar internos, sino para coordinar el ingreso de droga y celulares como si fueran parte del protocolo clínico.

Lo dijo con cara de haber visto el infierno: José Miguel Jiménez Castillo, actual director del penal. No se anda con rodeos, pero tampoco da nombres. “No se vale”, dice, con la diplomacia de quien encontró ratas con placas y las tuvo que barrer sin hacer demasiado escándalo.

La pareja feliz —director y psicóloga de alcoba— manejaban el Cereso como si fuera un Airbnb criminal. Había días en que se incautaban entre 70 y 80 celulares, como si los internos trabajaran en un call center del narco. Hoy, dice Jiménez, solo aparecen tres o cuatro por operativo, y eso cuando hay luna llena o custodia floja.

Hubo bajas: tres custodios despedidos por participar en este circo de la extorsión y la complicidad. No eran los únicos, pero al menos cayeron los primeros. El Ministerio Público ya tiene la carpeta en su escritorio, aunque se sospecha que también puede estar usando el folder para nivelar la pata chueca del escritorio.

El operativo de enero de 2024 fue una postal del caos institucional:

  • Más de 6 mil pesos en efectivo,

  • 383 dispositivos electrónicos,

  • 46 celulares,

  • y un arsenal de artículos de terror doméstico: tijeras, picahielos, tubos, pastillas sospechosas y bolsitas de marihuana y cristal.

Ahí estaba el verdadero organigrama: los internos eran clientes, los custodios socios, y la ley, un adorno más entre los barrotes.

Y mientras tanto, afuera, en el mundo que se pretende cuerdo, las autoridades estatales seguían fingiendo que todo estaba bajo control, como si una cárcel podrida fuera solo una grieta más en el sistema y no el espejo exacto del gobierno que la permitió.

Porque en Huejotzingo, ni la cárcel es cárcel: es negocio, es cama, es red de favores y extorsión disfrazada de vigilancia. Y si hoy hay menos celulares, no es porque haya justicia, sino porque el negocio cambió de manos.

Publicar un comentario

0 Comentarios