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Callar al mensajero: la denuncia contra Edgardo López

Callar al mensajero: la denuncia contra Edgardo López

Por José Herrera

En Xicotepec no se debate, se denuncia. Así lo aprendió el columnista Edgardo López Robles, quien esta semana fue acusado de presunta violencia política de género por atreverse a cuestionar, con nombre y apellido, a la diputada Guadalupe Vargas Vargas y, de paso, al verdadero patriarca del poder en la Sierra Norte: Ardelio Vargas Fosado.

La denuncia no vino sola. Llegó envuelta en silencio, con el sello de lo electoral y la carga simbólica del feminismo institucionalizado. Según el documento presentado ante las autoridades, López Robles incurrió en violencia política contra una mujer por ejercer su derecho a opinar. Lo que antes era un debate, ahora es un expediente.

La familia que manda

En su columna, el analista escribió lo que muchos repiten en voz baja: que Guadalupe Vargas no gobierna sola, que detrás de ella sigue moviendo los hilos su padre, Ardelio, el mismo que alguna vez encabezó la Policía Federal y hoy despacha como subsecretario de Gobernación en Puebla. Un cacique moderno con fuero, escoltas y lealtades recicladas.

Edgardo no acusó sin sustento. Documentó el control territorial de los Vargas en Xicotepec, la imposición de funcionarios afines, la captura del aparato institucional, y el uso estratégico del discurso feminista como escudo de impunidad. Pero el poder no perdona la desobediencia. Mucho menos, la irreverencia escrita.

La intimidación tiene rostro

La censura, en los pueblos serranos, no siempre llega por escrito. También aparece con pistola al cinto. Días después de su columna, López Robles denunció que un hombre armado lo interceptó en Huauchinango, presuntamente ligado a elementos de seguridad del municipio de Juan Galindo, donde el clan Vargas también tiene tentáculos.

El mensaje fue claro: bájale o atente a las consecuencias.

Pero Edgardo no es de los que callan. En sus redes sociales acusó directamente la intención de silenciarlo, y lo hizo con el respaldo de Artículo 19, organización que no suele equivocarse en estas lides. “No me voy a callar”, dijo. Y eso, en Puebla, ya es una declaración de guerra.

La doble moral del discurso feminista

Lo paradójico —o quizás, lo más perverso— es el uso del feminismo para callar voces críticas. No por defender mujeres, sino por proteger estructuras de poder. Acusar a un periodista de “violencia política de género” por escribir una crítica legítima, con sustento público, es convertir una causa noble en una herramienta de represión.

¿Dónde están las feministas cuando se denuncia la violencia del Estado? ¿Quién levanta la voz cuando se instrumentaliza el género para blindar a familias enteras del escrutinio público?

La diputada Vargas no ha respondido a fondo los señalamientos. Su equipo prefiere la ruta legal: el expediente antes que el debate. La mordaza antes que la réplica.

Una advertencia para todos

Lo que hoy le ocurre a Edgardo López es un ensayo general de lo que puede pasar con cualquiera que ose escribir contra el poder. No es sólo una denuncia: es una advertencia.

Porque cuando en un pueblo gobernado por una familia con historia represiva, un columnista es intimidado, denunciado y aislado por hacer su trabajo, lo que está en juego no es sólo su libertad: es el derecho de todos a saber qué ocurre realmente en sus gobiernos.

Y eso, aunque les pese a los Vargas, no lo decide una denuncia electoral.

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