Cuautlancingo promete planta tratadora para sanear el Atoyac, uno de los ríos más contaminados del país
El alcalde Omar Muñoz Alfaro anuncia que este año colocarán la primera piedra del proyecto, con una inversión conjunta que supera los 200 millones de pesos
En medio de años de omisiones, Cuautlancingo intenta sumarse a la cruzada por sanear el Atoyac, uno de los ríos más contaminados no solo de Puebla, sino del país. El presidente municipal, Omar Muñoz Alfaro, anunció que su administración construirá una planta tratadora de aguas residuales en lo que resta del año, como parte del plan nacional encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y el gobernador Alejandro Armenta Mier.
El municipio —atravesado por ocho kilómetros del afluente— carga con una responsabilidad histórica. Desde hace décadas, el Atoyac ha sido un vertedero a cielo abierto para desechos industriales, residuos municipales y aguas negras, sin que las administraciones locales implementaran acciones de fondo. Ahora, con un discurso renovado y promesas de coordinación intergubernamental, Cuautlancingo se coloca bajo el reflector.
La promesa: una planta y más de 200 millones en inversión
Durante una reunión con autoridades de la zona metropolitana, el edil reveló que se ha comenzado a trabajar junto con la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en el diseño técnico y operativo de una planta interregional para tratar aguas residuales. Aseguró que el proyecto, todavía en fase de planeación, contempla una inversión conjunta de más de 200 millones de pesos, destinada a infraestructura, equipamiento y fortalecimiento del sistema municipal de agua potable.
Aunque los detalles aún no se han hecho públicos, el alcalde adelantó que ya se tienen identificadas dos zonas donde podría construirse el complejo tratador: una en San Lorenzo Almecatla y otra en los límites con el municipio de Coronango.
Un discurso recurrente
Como ha sucedido con otros anuncios similares, el mensaje estuvo lleno de compromisos generales: coordinación, transparencia, impacto ambiental, salud y bienestar. Pero más allá del discurso, las acciones concretas siguen pendientes. La colocación de la primera piedra —prevista para este mismo año— sería apenas el punto de partida para un proceso de saneamiento que lleva años postergado por intereses cruzados, falta de planeación y ausencia de voluntad política.
Una deuda ambiental
El Atoyac ha sido por décadas sinónimo de impunidad ambiental. Estudios académicos y denuncias ciudadanas han documentado desde hace más de veinte años los efectos nocivos de su contaminación: enfermedades respiratorias, gastrointestinales, padecimientos dermatológicos e incluso casos de cáncer en comunidades cercanas. Empresas textiles, químicas, curtidurías y hasta gobiernos han vertido desechos sin control en sus aguas, mientras los habitantes de municipios como Cuautlancingo han pagado las consecuencias con su salud.
Hoy, cuando el deterioro ambiental ha llegado a niveles alarmantes, el anuncio de una planta tratadora aparece como un paso en la dirección correcta. Sin embargo, el escepticismo es inevitable. ¿Será esta vez distinto? ¿Habrá continuidad y vigilancia sobre el uso de los recursos? ¿O se tratará de otro proyecto que termina archivado en los anaqueles del olvido burocrático?
Por ahora, lo único cierto es que Cuautlancingo promete limpiar su tramo del Atoyac. El tiempo, y la ejecución, dirán si esta vez la promesa se convierte en realidad.
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