Golpe de realidad barroca: Armenta liquida el negocio del siglo morenovallista
Por Rodolfo Herrera Charolet
Durante más de ocho años, los poblanos pagamos religiosamente una factura envenenada. Cada año, más de 400 millones de pesos salÃan del presupuesto estatal para sostener uno de los proyectos más obscenos del morenovallismo: el Museo Internacional Barroco. Una joya arquitectónica vacÃa de contenido y rebosante de intereses financieros. Un monumento al ego y al abuso de poder, firmado con tinta de oro por Rafael Moreno Valle y usufructuado por el poderoso Grupo Hermes, propiedad de Carlos Hank Rhon.
Hoy, ese contrato ha muerto. Y su acta de defunción lleva la firma de Alejandro Armenta Mier.
Con un solo golpe —una negociación estratégica que culminó en un pago único de 2 mil millones de pesos— el gobernador de Puebla rompió el candado que durante dos sexenios convirtió al Barroco en un barril sin fondo. El acuerdo representa un ahorro de 8 mil millones de pesos para las finanzas públicas y la recuperación de un inmueble que, desde su inauguración, fue operado como un negocio privado con fachada cultural.
La herencia tóxica
El esquema de Asociación Público Privada (APP), firmado en 2015 en la cúspide del morenovallismo, era simple en apariencia y criminal en la práctica: Grupo Hermes construÃa, financiaba y operaba el museo; el gobierno del estado pagaba puntualmente una renta anual durante 23 años. ¿El resultado? Un inmueble de mil 742 millones de pesos que acabarÃa costando más de 14 mil millones al erario.
¿Cultura? Apenas una cortina de humo. Lo que hubo fue deuda, simulación y un pacto vergonzoso entre el poder polÃtico y el económico para saquear con legalidad el presupuesto público.
Durante años, los gobiernos de transición y de alternancia se encogieron de hombros. La administración interina, el gobierno de Miguel Barbosa y hasta el inicio del sexenio actual siguieron pagando, obedientes, las cláusulas leoninas del contrato.
Pero Armenta decidió romper la inercia.
Terminar el contrato, sin romper la ley
En voz del coordinador del gabinete estatal, José Luis GarcÃa Parra, se explicó que el gobierno utilizó una herramienta jurÃdica prevista en la misma Ley de APP: la figura de terminación anticipada. Con base en una evaluación técnica, financiera y legal, se ejecutó la rescisión negociada del contrato con Grupo Hermes. En lugar de seguir pagando durante 15 años más, el gobierno liquida la deuda con un solo pago, adquiere la propiedad del museo y corta de tajo el desangramiento.
Para quienes dudan: no es deuda nueva, es deuda saldada. Un crédito puente que sustituye un contrato abusivo por una solución definitiva. Se paga hoy lo que habrÃa costado una década de sumisión y se pone fin a la esclavitud financiera que impuso el morenovallismo.
Devolver lo público a lo público
Lo que Armenta logra no es menor. Recupera para Puebla un inmueble emblemático. Un espacio que fue construido con recursos públicos pero entregado en operación y usufructo a un grupo empresarial vinculado al viejo régimen. Grupo Hermes no sólo operaba el museo: lo controlaba, lo cobraba y lo revendÃa simbólicamente al mismo gobierno que debÃa administrarlo.
Ahora, el Museo Internacional Barroco será propiedad plena del pueblo de Puebla. Sin condicionamientos, sin contratos oscuros, sin pagos escalonados.
Lo que Moreno Valle vendió como modernidad, Armenta lo desmonta como lo que realmente fue: un negocio inmoral, disfrazado de desarrollo cultural.
La obra financiera del sexenio
El gobernador no se equivoca cuando llama a esta maniobra “la obra financiera de su sexenio”. No hay puente, carretera o edificio que iguale el impacto fiscal, polÃtico y simbólico de este rescate.
Con esta decisión, Armenta se posiciona como el primer mandatario en décadas que se atreve a enfrentar las consecuencias de los contratos tóxicos heredados por el morenovallismo. No con discursos ni promesas huecas, sino con una negociación real, efectiva y de impacto inmediato en las finanzas públicas.
El mensaje es claro
El evento oficial se celebrará el próximo 23 de junio en el propio Museo Barroco. AhÃ, entre las paredes blancas del edificio que alguna vez fue el Ãcono de la arrogancia, se proclamará un nuevo capÃtulo: el de la recuperación del patrimonio público.
No se trata solo de un inmueble, se trata de dignidad institucional. De romper con el mito de que los contratos heredados son intocables. De demostrar que el poder, cuando se ejerce con voluntad polÃtica, puede corregir lo torcido.
Y mientras algunos seguirán llorando al arquitecto japonés, al mármol importado y al aire acondicionado de vanguardia, otros —los que entienden de justicia fiscal— aplaudirán que, por fin, el Barroco dejó de ser negocio ajeno y volvió a ser de los poblanos.
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