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Guava Shuishui se fue. Otra estrella fugaz, otro show que terminó mal.

Guava Shuishui se fue. Otra estrella fugaz, otro show que terminó mal.


Por Carlos Charis

La historia se repite con más likes que sentido. Esta vez fue Guava Shuishui, influencer taiwanesa, celebridad fugaz de esos rincones de internet donde la gente aplaude mientras alguien se traga una barra de labial.

Su cuenta de Instagram, más viva que ella ahora, anunció su muerte como si fuera una actualización más, un “live” póstumo: la chica que comía artículos de belleza ya no está. Fue tendencia por lo mismo que la mató —o eso parece. Nadie da detalles, pero tampoco los esperan. Todos tienen prisa por seguir deslizando el dedo.

Guava comía rímel, sombra de ojos, pintalabios. No era broma. No era sátira. Era performance, decían algunos. Era estupidez, decían otros. Era entretenimiento. Era lo que fuera, pero funcionaba. Tenía fans, tenía views, tenía esa rara forma de cariño que solo dan los desconocidos en internet.

El mensaje de despedida fue tan absurdo como todo lo demás: “eliminó oficialmente su equipo de belleza y voló al cielo con apetito sin fin”. Como si su muerte fuera otra campaña, otro reel bien editado con música triste de fondo. Dicen que luchó con “enfermedades repentinas”. Quizá fue eso, o quizá fue el rímel, o la acumulación de estupideces que uno traga cada día hasta que algo se rompe por dentro.

Sus seguidores la despidieron con videos y frases tiernas. La defendieron, claro. “No era para imitarse, era arte”, dijeron. Como si eso importara ahora.

Pero el mundo sigue girando. Otra influencer nacerá mañana. Comerá crayones o se inyectará perfume en las venas. Y alguien, en algún lado, dirá: “es única”.

Y puede que lo sea. Pero el final es siempre el mismo: pantalla negra, silencio, y otro nombre que se olvida en la próxima tendencia.

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