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La escuela del miedo: cuchillos, acoso y silencio en San Pedro Cholula

 

La escuela del miedo: cuchillos, acoso y silencio en San Pedro Cholula

Por Rodolfo Herrera Charolet

A los seis años uno debería temerle al coco, no a un cuchillo. Temblar ante la oscuridad, no ante una maestra que grita. Y correr al recreo, no a esconderse. Pero en la escuela primaria Defensores de Puebla de 1863, ubicada en el pintoresco y turístico San Pedro Cholula —donde los globos aerostáticos flotan, pero los derechos humanos se estrellan—, una niña de primero de primaria ha aprendido que en México la infancia es una trinchera.

Según relata su madre —quien ha solicitado el anonimato por miedo a represalias—, su hija fue víctima de acoso escolar sistemático, maltrato docente, e incluso amenazas con arma blanca por parte de una compañera, todo esto bajo la indiferencia, y después el hostigamiento, del cuerpo directivo del plantel.

El miedo se aprende en casa… y también en la escuela

Desde el inicio del ciclo escolar 2024-2025, la menor fue blanco de burlas y gritos por parte de su maestra, identificada como Sandra “N”, quien no solo la ridiculizaba en clase, sino que ignoró cuando una alumna —sí, otra niña de seis años— le mostró un cuchillo en señal de amenaza. Ni la pedagogía del miedo, ni la violencia infantil, ni la omisión de auxilio parecieron alarmar a los responsables del plantel.

Cuando la madre de familia intentó dialogar con la escuela, se topó con el muro de concreto más sólido que ha producido el sistema educativo mexicano: la negación institucional.

No hubo canalización, no hubo investigación, no hubo medidas de protección. Lo que sí hubo fue una campaña de desprestigio: se le acusó de exagerar, se le trató como enemiga, se le exigió “ya no hacer olas”.

Y cuando, agotada, recurrió a las instancias correspondientes —la Fiscalía General del Estado, la Comisión de Derechos Humanos y la Secretaría de Educación Pública—, fue agredida físicamente durante un evento escolar, presuntamente por un familiar del director.

Porque en Cholula, donde se veneran las costumbres y las tradiciones, la impunidad también es una de ellas.

El comité del silencio

Como si el absurdo no fuera suficiente, la madre denunciante reveló que tras la suspensión de la docente, el director conformó un comité escolar para exigir su reincorporación. Es decir, lejos de solidarizarse con la víctima, se organizó una especie de defensa gremial, una cofradía para restaurar el orden de siempre: que los niños callen, que los padres obedezcan, y que quien alce la voz, pague el precio.

Ahora, no solo la menor vive con temor. Su madre teme ser linchada. Literalmente. No como metáfora periodística. Temor a ser golpeada en público, escarnecida por un sistema que protege a los suyos, que odia a quienes denuncian y que entierra los expedientes incómodos bajo el polvo de las oficinas educativas.

Educación de cuarta, violencia de siempre

En San Pedro Cholula se presume el desarrollo, el turismo, la herencia prehispánica. Pero en su sistema educativo hay prácticas coloniales: castigo al diferente, encubrimiento entre autoridades, presión social para silenciar a las madres incómodas. Nada nuevo bajo el sol. Lo sabían las monjas, lo repitieron los inspectores, y lo perpetúan los directores escolares del siglo XXI.

La pregunta, incómoda pero urgente, es: ¿quién protege a los niños en las escuelas? Porque si la respuesta es “el director”, “la maestra” o “los padres de familia”, este caso revela que hay ocasiones en que ellos son, precisamente, los agresores.

Y si no se actúa, si no se investiga, si no se sanciona, entonces no estamos educando: estamos criando víctimas.

Porque en este país —tan dado a los homenajes, los izamientos de bandera y las ceremonias cívicas—, sigue sin entenderse que la primera obligación de una escuela no es formar patriotas, sino proteger vidas.

Hasta que eso ocurra, seguiremos escribiendo crónicas como esta. Con el puño apretado. Y con rabia.


Rodolfo Herrera Charolet
Periodista. Cronista del absurdo. Testigo de la impunidad sistemática.


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