Los guardias, los rateros y el teatro de la seguridad en Cholula
Dicen que los ladrones entraron como si nada. Tres tipos armados, relojeados, seguros de sà mismos. Se dirigieron al área de telefonÃa del Sam’s Club de Forjadores, estrellaron las vitrinas y se llevaron más de 35 celulares. Lo hicieron rápido. No fue su primer golpe. Y, al parecer, tampoco lo hicieron solos.
La policÃa de San Pedro Cholula no lo dice abiertamente, pero lo deja caer con la sutileza de una piedra: los guardias de seguridad de Plaza San Diego podrÃan estar coludidos con los delincuentes. ¿La pista? Siempre se niegan a colaborar. No quieren dar acceso a los videos, no responden a la autoridad, se esconden tras trámites y oficios mientras los delincuentes ya están tomándose una cerveza en otra ciudad.
Al principio, se creyó que los ladrones escaparon en motocicleta. Pero luego, con testimonios frescos y algo de presión, se supo que huyeron en un sedán gris. Dos versiones, dos vehÃculos, ningún detenido.
Y mientras tanto, los guardias de Plaza San Diego juegan al burocrático escondite. No entregan grabaciones. No dan la cara. No se coordinan con la policÃa. No es que no puedan. Simplemente, no quieren. Asà de sencillo.
No es la primera vez que pasa. La policÃa ha intentado —con lo poco que tiene y lo mucho que le falta— establecer puentes con los encargados de seguridad privada. Pero todo queda en el aire, como las promesas polÃticas en tiempo electoral. Largas. Silencios. Cierres de puertas.
Y asÃ, la historia se repite: ladrones que roban como si tuvieran la llave del lugar, policÃas que llegan con prisa pero sin pistas, y guardias de seguridad que, en el mejor de los casos, son inútiles... y en el peor, cómplices.
La seguridad en Cholula, como en muchas partes de este paÃs, es un escenario mal montado donde todos fingen que hacen su trabajo, mientras los de siempre se siguen llevando la función gratis.
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