No les pidieron membresía: diez tipos armados reventaron el Sam’s de La Noria y se llevaron medio millón en celulares
Diez cabrones entraron al Sam’s Club de La Noria como si fuera su casa. No mostraron membresía, ni ganas de andar con rodeos. Solo rompieron vitrinas, gritaron lo justo y cargaron casi 100 celulares como quien se lleva naranjas de un tianguis. Medio millón de pesos en mercancía. Todo en minutos. Un día cualquiera en el México oxidado.
Los empleados se tiraron al piso. No porque fueran cobardes —¿quién no se agacha cuando hay pistolas de por medio?— sino porque sabían que aquí no hay héroes, solo sobrevivientes. Los clientes, si quedaba alguno, seguro también se hicieron chiquitos entre los anaqueles de pantallas planas y promociones ridículas.
Los rateros sabían a lo que venían. No improvisaron. Rompieron vitrinas como si ya lo hubieran hecho antes. No tocaron ni una caja de cereales, ni se distrajeron con los televisores en descuento. Fueron por los teléfonos, los buenos, los caros. Una operación limpia, precisa, violenta. Como una mala resaca.
La policía, como siempre, llegó tarde y sin ganas. Dicen que tienen pistas, que están investigando. Palabrería de siempre. Promesas huecas que no van a devolver ni un solo celular. Ni van a atrapar a nadie. Porque en este país los ladrones andan mejor organizados que el gobierno.
Y mientras tanto, el Sam’s —ese monstruo de pasillos eternos y membresías inútiles— volverá a abrir como si nada. A vender detergente por kilos, salchichas al mayoreo y celulares que tal vez algún día también se vuelvan a robar. Porque aquí, la única oferta que siempre está vigente, es la impunidad.
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