Cabeza logo

header ads

El Diablo en el Fondo del Vaso: Rumores de Alcohol y el Juego Sucio de Mier en la Política Poblana

 El Diablo en el Fondo del Vaso: Rumores de Alcohol y el Juego Sucio de Mier en la Política Poblana


Por Carlos Charis

Puebla, esa vieja dama de talavera y tal vez de demasiados tragos amargos, donde los políticos se pavonean como gallos en un corral de concreto, pero terminan picoteando sus propias plumas. Imagina a Eduardo García Casas, el Yayo, ese empresario de corbata floja que ha saltado de partido en partido como un borracho cambiando de bar, casado en 2023 con María Luisa Conde Montaño en una boda que olía más a lobby que a arroz con mango. Ella, ahora al frente del Órgano Interno de Control de la CDH Puebla, con su doctorado en Seguridad Pública y una agenda que debería ser limpia como el agua del río que ya no corre. Él, vicepresidente en Canaco México, con raíces en el Yunque y sueños de alcaldía en San Andrés Cholula que se quedaron en el aire, como humo de cigarro.
El divorcio fast track, folio 429982, se cocinó a finales de agosto de 2025, justo después de esa comida de chiles en nogada que Yayo armó, con el platillo poblano bajando como un trago de mezcal que quema pero no olvida. Entre los invitados, según el chisme que corre por los pasillos empedrados de la política local, estaba Ignacio Mier Velazco, el senador que una vez soñó con ser gobernador y ahora se lame las heridas en el Senado. Días después, el juicio incausado, con Ricardo Manuel Treviño González como abogado, un nombre que susurra cercanía a los círculos jurídicos del poder. ¿Coincidencia? En Puebla, donde los chiles pican y las traiciones más, nada lo es. Ni las comidas regadas en salsa verde, ni los divorcios que cortan como navaja.
Y ahí entra Mier, el Nacho, ese tipo de 64 años que empezó en el PRI como un cachorro ambicioso —diputado local, federal, presidente estatal del tricolor— y saltó a Morena en 2017 para subirse al tren de la Cuarta Transformación. Su alianza con el Grupo Proyecta, esa inmobiliaria de los Posada Cueto que quiere talar 300 mil árboles en Malacatepec para levantar Lomas City, un monstruo de lujo que huele a dinero sucio y presiones en Semarnat. En 2023, Rafael Posada lo respaldó públicamente, lo llamó "amigo" y "escucha", mientras Mier defendía obras del PAN como el de Moreno Valle, ignorando los sobrecostos y el hedor a corrupción. Los empresarios lo financiaron, le pagaron espectaculares y nóminas a mercenarios de la pluma, a cambio de promesas de destrabar permisos. Pero todo se fue al carajo en la interna de Morena para la gubernatura de 2024: Mier perdió por un mísero 1% contra el otro contendiente, desconoció los resultados, amenazó con demandas, pero al final se tragó el orgullo y aceptó ir al Senado como consuelo. Una intentona fallida que dejó a sus aliados con las manos vacías, como un trago prometido que nunca llega.
Ahora, en el Senado desde 2024, Mier se dice vicecoordinador de Morena, miembro de comisiones de Relaciones Exteriores y Puntos Constitucionales, pero en Puebla lo ven como un morenacho desinflado, un ex priista que no despega. Y el repudio de sus seguidores desempleados —esos activistas, priistas reciclados y panistas oportunistas que se unieron a su facción esperando chamba en el gobierno— es como una resaca colectiva. Los que lo operaron en la campaña, los que gritaron su nombre en mítines, ahora lo mandan al diablo en redes y pasillos: "Ya no nos pela", dicen, abandonados como botellas vacías en una cantina después de cerrar. En noviembre de 2023, cuando Mier se fue de la reunión de Morena sin aceptar la derrota, el chisme explotó; hoy, con él en el Senado federal, esos desempleados lo ven como un traidor que los dejó colgados, sin puestos ni migajas. Un tuit anónimo lo pinta de "ratero borracho", pero eso es para Yayo; para Mier, es el abandono puro, el repudio de los que apostaron por él y perdieron.
Vuelve a Yayo, el bebedor del rumor, ese que en tuits denuncia antros vendiendo alcohol a menores como si él no supiera de copas de más. El chisme lo dibuja como mala copa, un tipo que pierde el control después de unas rondas, ahogando frustraciones en whisky o lo que caiga. ¿Fue eso lo que rompió el matrimonio? ¿O la sombra de Mier en esa comida, con sus alianzas fallidas y su ego herido? María Luisa, en su rol de control, quizás vio el diablo en los detalles: un esposo con vicios y un invitado que arrastra el peso de promesas rotas. En la política poblana, donde nada es casual, el alcoholismo de Yayo se mezcla con el abandono de Mier a sus ex leales, como un trago largo que deja mal sabor.
Al final, como en esas noches donde el vaso se vacía y la soledad golpea, Yayo se queda con su Canaco y sus recuerdos, Mier con su Senado y sus aliados resentidos, y Puebla con sus chismes eternos. Un divorcio más en miles, pero este huele a estrategia, a diablo tocando a los que creyeron en el poder fácil. Quizás mañana otro mitin, otro trago, pero el repudio no se lava con agua ni con votos. Solo con tiempo, y en política, el tiempo es un lujo que pocos pagan.



Publicar un comentario

0 Comentarios